jueves, 23 de febrero de 2012
Entre cascotes y escombros
Con hojalatas y cartones, la mujer había construido una chabola en el mismo solar en el que, antes del terremoto, se erigía su casa de ladrillos. Hacía tres semanas que la tragedia había asolado el pueblo, y la mujer barría el polvo de la entrada de su nuevo hogar tarareando un viejo bolero. Al fondo de la calle, el médico cooperante, entre cascotes y escombros, recreándose en el espectáculo que protagonizaba la barrendera, comprobó, atónito, cómo el ateísmo suyo emergía de su boca diluido en el vaho que exhalaba su aliento. Dios existía, era mujer y, por lo visto, empuñaba una escoba.
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