CONCURSO PATROCINADO POR HOTEL MAR MENOR

El hotel Mar Menor de Santiago de la Ribera apoya a las Bibliotecas de San Javier en la promoción de la creación literaria y te dan la bienvenida a este concurso.























jueves, 22 de abril de 2010

GANADOR DEL CONCURSO DE MICRORRELATOS 2010

Oscar Machuca Gómez, con el microrrelato
...
"La Muerte"... Cuando se despertó su corazón ya no latía

Día en la playa

-Llegaron a la playa al mediodía. Se acomodaron entre los escuetos huecos en los que las rocas no eran muy afiladas.
Él se quedó estático, tumbado boca arriba; ella se aventuró en las agitadas aguas de la primitiva playa.
Mientras observaba la superficie marina, un cuerpo extraño chocó contra ella.
Se trataba de un hombre, un peculiar ser cuya indumentaria consistía únicamente en un ajado gorro acuático.
Se miraron inquietos, incómodos por la tonta necesidad de decir algo.
Pero no dijeron nada. Siguieron mirándose, libres ya del rubor que provocan los encuentros fortuitos, atentos solo a sus respectivos rostros resplandecientes.
Poco después él la cogió de la mano y la guió hasta una gran roca bajo la que se sumergieron.
Nunca más se supo de ella.

lunes, 19 de abril de 2010

Necesidad de indiferencia, peligro de muerte

Siento la tortura acercándose a través de barrotes que me convierten en meras rayas, que me encadenan a mis pensamientos sin remedio. Si no separo pronto los pulmones de mí, me asfixiaré. Necesito respirar aire, no locura. Chocazos, chocazos, chocazos, y destellos rojo fuego. Un chocazo tras otro. Me doy la vuelta. Quiero desgarrar la pintura con mis uñas, pero sólo consigo sangre. La misma que se desparrama por el suelo, gotea por mi brazo manchando mi ropa... aunque no parece importarme. Lo necesito.

Serenidad. ¿será posible coger aire? Se oyen fuertes toses, un tambaleo de un cuerpo sin fuerzas, con una mente demasiado pesada que lo supera.

Qué escozor, qué dolor, qué alivio.

El cuerpo cae al suelo...

Donde

Abrí la puerta y salí la primera. Aquel día estaba más cansada de lo normal, tanto como para no aguantar más tiempo encerrada con esa profesora. Ésta era mi parte favorita de la mañana. Pasaba entre paredes blancas y azules sin fijarme, buscando el color verde. Mi paso se apresuraba al ritmo que marcaba mi mirada, buscando. Buscando...

Mis ojos decayeron entre tanto niño que reía, buscando ser más llamativo que el de al lado, y el pasillo se acabó para mí. Sacudí un momento la cabeza para no enfadarme. Así era imposible encontrarlo.

Abrí la puerta y entré en clase.

La llave

En mi ciudad hay un puente. Allí los enamorados ponen un candado para eternizar su amor y tiran la llave al río. A mi mujer le gustó la idea. A mí me pareció ridículo pero accedí. Quedamos a media noche para evitar miradas. Yo compré el candado y ella el rotulador. Puso nuestras iniciales y me pidió, tras darme un beso, que lanzara la llave. A los cuatro meses me pidió la separación. Llevábamos vidas paralelas. Nos sentamos en el salón y comenzamos el reparto de los muebles, los recuerdos y las fotos. Al llegar a la caja fuerte vi un resplandor en sus ojos. “Lo siento cariño, la llave está en el fondo del río”.

Descartes

Hoy es miércoles, basta con ver cerrado el bar de Andrés. Además, pronto serán las nueve porque allí viene Beatriz a abrir la farmacia; cada mañana le silbo y ella me saluda con la mano. Con el cartero intercambio un cortés “Buenos días”, aunque él pasa después, justo cuando Jaime instala el caballete en su balcón y Don Pedro sale a comprar el periódico. Luego, Julia baja del autobús, cruza la calle y abre el estanco, mientras Robertito, recién peinado, asoma por el portal con su mochila. En fin…, ayer martes fue bastante parecido, y mañana jueves no será muy distinto. Cuando me aburro, me cuelgo del columpio, pico abajo, y juego a ver todo al revés.

El hombre del paraguas

La lluvia parecía no querer dar tregua en toda la tarde. A mí me daba igual mojarme que no, pero pedí otra copa y me quedé mirando tras los cristales. Pensaba en que también mi vida hacía aguas. Era como de risa: despedido del trabajo, abandonado por mi esposa, desahuciado por los médicos y olvidado por los amigos. ¿Alguien daba más? Estaba a punto de desmoronarme, cuando vi pasar a aquel hombre y su gran paraguas. Con él protegía a su hijo que caminaba feliz y ajeno en aquel enorme refugio adonde no llegaba la tormenta. Permanecí observándolos hasta que doblaron la esquina. Luego, apuré el whisky y salí a la lluvia. Rebuscando en mi memoria caminé despacio calle abajo.

Nicola

Las nubes oscuras y densas entoldaban la bóveda celeste, presagiando tempestad. El mar lamía con su lengua de cristal a la desnuda Nicola que dormía en la orilla, sola e inerte. Las olas nerviosas cantaban canciones de plata para despertar a la joven, pero, ésta no respondía, continuaba absorta. El mar pedía socorro, no podía dejar desamparada a esa joven dulzura en la intemperie. Los peces y las aves saltaban y cabalgaban por las arisca marea, sollozando. Nicola continuaba ausente. Sí, la naturaleza gemía, bravía y fiera, pero, nada. Nicola no se despertaba. ¿Qué le iba a suceder? ¿Por qué no se despertaba? Nadie lo sabía aún, a excepción de una mente, la de la escritora, su creadora.

sábado, 17 de abril de 2010

ANGUSTING

Javier se ha despertado con los primeros rayos de sol; - me parece que me he vuelto a dormir. De un salto baja de la cama. Todo es silencio. Recorre la casa medio dormido. Está solo. Ni una nota, ni rastro de su familia. Una angustia le recorre por momentos, sale a la calle y ni un alma. Todo es silencio. De vuelta a la casa todo está en su sitio, el coche, las camas hechas, ni restos de un posible desayuno. No lo entiende. Algo a pasado. Siente miedo, se acurruca en un rincón del baño, es demasiado para su corta edad. Empieza a llorar. -Arriba perezoso!, es la voz de su madre; -¡dios, solo era un sueño!.........o no?.

La inspiración

Cervantes esperaba la llegada de las alegres musas cuando sin querer su mano tropezó con la copa de vino. Sobre el escritorio se formó una mancha granate de donde salió Don Quijote en busca de aventuras.

Saliva

La noche en que me follaste por primera vez, el agua del Gran Canal temblaba lenta, llena de espuma. Tú me tocabas a tientas, el aire se volvía tóxico y los cuerpos resbalaban, procurando no quemarse. No recuerdo ahora muy bien si fue lento o doloroso, tampoco recuerdo el color de las paredes, ni la hora. Lo que si recuerdo es tu dulce expresión de pánico, uno de tus brazos atrapando mi espalda y la forma peculiar de la cama, meciéndose como un barco sobre sangre y saliva.

Oda a lo útil

Enamorarse es tan inútil como los manteles de tela o los tanatorios. También es inútil comer con las manos y, además de inútil, es engorroso, sucio y grosero. Son inútiles, claro, los chalecos y los guantes sin dedos, el tratar de no engañarse ante algunas particularmente nocivas situaciones y los cuchillos para el pescado. Pero lo cierto es que lo inútil se antoja en ocasiones exquisito y delicioso, casi tanto como enamorarse o la impetuosa alegría por seguir vivo que todo ser humano tiene al salir de un tanatorio.

Sin irse por las ramas

Ciertas ramas que salían en busca de pájaros para armar sus nidos de pájaros.

El fin de una etapa

La inteligencia humana a veces tan hábil y otras, cuando es realmente importante su acción, se nubla ante la realidad que se le presenta. Acaso no somos capaces de entrar en razón ante advertencias que se repiten sucesivamente, esas que te están gritando no recaigas, no te conviene....Pero avanzas y ensordeces ante palabras amigas, escuchando solo la voz que te llevará al precipicio y una vez allí, te revolverás contra ti mismo, por equivocarte de nuevo, sin fuerza alguna para levantarte y volver a emprender tu camino...
Pero, la vida son etapas, entre las cuales a veces quedan los recuerdos y algunos aunque dolorosos, pueden llegar a convertirse en el punto de partida de una nueva realidad.

No pienso olvidar

Un recuerdo ronda mi mente intentando dominarme, imágenes de aquellos momentos vienen a mí y la duda me invade, intentando dar respuesta a la incógnita de una despedida incierta, un hasta luego que nunca haya el reencuentro...
No pienso olvidar, no quiero enterrar en la tumba de mis fracasos lo sucedido, prometo cada día pensar que todo fue cierto, que aquello sucedió y me niego a admitir, aunque sea cierto, que nada de esto volverá. Porque los momentos únicos quedan grabados en las mentes de aquellas personas que saben cuando algo es para siempre.
No finjas no creer en mis palabras, no mientas con tu indiferencia, porque sabes que aunque pasemos por caminos separados siempre serán equidistantes a nuestro destino.

Besós

Todas las mañanas hacía lo mismo. Llevaba un año observándola y no había cambiado nada. Cogía el metro de las 8:45 en la estación de Besós, de San Adrián. Yo lo cogía dos paradas antes, y procuraba sentarme en el vagón donde ella diariamente se sentaba. Desde mi sitio analizaba sus movimientos, podía sentir su perfume de lavanda, y aunque, nunca había escuchado su voz, la imaginaba dulce y pausada. Pasaba suavemente las páginas de un libro que jamás acababa. Suspiraba y una lágrima soltaba. Después, cerraba el libro y lo abrazaba. Me encantaba ese momento y deseaba saber que le pasaba. Besós, curioso nombre para una parada. La parada de la mujer que quería un beso, que jamás le llegaba.

La luz de las farolas

A veces, cuando paseo por el solitario parque, intento encontrar a mi conciencia. Observo detenidamente el tiempo, el clima, el aroma que desprende en el asfalto mi sencillo vaivén. Y curiosamente observo las farolas, que están ahí, muy necesarias para el andar de las almas nocturnas. Pero lo que más me impresiona, es su capacidad para percibir mi estado de ánimo, cuando a mi paso, algunas se funden de mi tristeza y en otros días, se iluminan de mi entusiasmo. A pesar de parecer una simpleza, le doy bastante importancia a mi paso por la luz de las farolas.

Epílogo

Cuando terminó de leer aquellas últimas palabras respiró profundamente, saboreando el aroma de la quietud que embargaba la habitación, y sonrió.
Una columna de imágenes grises desfiló entonces por delante de sus ojos, recuerdos en blanco y negro que marchaban lejos para no volver.
Con la sonrisa meciéndose en sus labios apagó la luz de la lámpara y cerró los ojos.
Sabía que aquella noche dormiría y que incluso, tal vez, algún sueño alcanzaría la orilla de su cama.

Sueños

Siempre había permanecido encerrado en el pueblo que le vio nacer.
De pequeño estuvo aprendiendo las labores del campo, de mayor se tuvo que dedicar a cuidar a sus padres y luego, cuando estos faltaron, resultó ser demasiado tarde pues sus alas habían desaparecido bajo la pintura del tiempo.
Sin embargo, cuando aquella mañana cerró el libro, un profundo oleaje de lágrimas bañó las áridas arenas de sus ojos. Por fin había cumplido su sueño y había recorrido otros mundos lejos del sudor y de la dura azada.
Y aquel maravilloso viaje se lo debía al Capitán Nemo.

Dónde

Abrí la puerta y salí la primera. Aquel día estaba más cansada de lo normal, tanto como para no aguantar más tiempo encerrada con esa profesora. Ésta era mi parte favorita de la mañana. Pasaba entre paredes blancas y azules sin fijarme, buscando el color verde. Mi paso se apresuraba al ritmo que marcaba mi mirada, buscando. Buscando... Mis ojos decayeron entre tanto niño que reía, buscando ser más llamativo que el de al lado, y el pasillo se acabó para mí. Sacudí un momento la cabeza para no enfadarme. Así era imposible encontrarlo.

Abrí la puerta y entré en clase.

Mutatoria

Alquimista profesional y poeta aficionado, decidió fundir en una sola ciencia La Matemática, la Crisopeya, la Transmutatoria y la Literatura. Eligió dos frases para experimentar: "De noche, todos los gatos son pardos" y "Todos los ombligos son redondos". Comenzó las combinaciones: Todos los gatos son noches; De noche todos los ombligos son redondos; De noche todos los gatos son redondos; Todos los ombligos son pardos; Todos los redondos son gatos; Todos los pardos son ombligos, etc., etc... Había descubierto la Retórica Matemática. Con ella, todos podían ser poetas. Le concedieron el Premio Nobel de Literatura y dejaron de convocarlo.

Rosa Púrpura

El matrimonio sesentón fue al cine. Estaban totalmente solos en la
sala. Él, en recuerdo de sus ayeres más ardientes y en provecho de la
soledad, comenzó a achucharla. Y ella, medrosa: -Estate quieto, que nos
pueden ver-... Y él: -Pero, mujer, si estamos solos en la sala-... Y
continuó con sus remozadas caricias y sus manejos recordados. De pronto, el
protagonista de la película, en un primerísimo primer plano frontal, desde
la pantalla: -A ver, esa parejita, un poquito de formalidad, que los demás
no somos de piedra.

viernes, 16 de abril de 2010

Lunes

Lo ví entrar en la cafetería ataviado con la camiseta del equipo de futbol de la ciudad. Pidió una cerveza y se abalanzó sobre la prensa local en busca de la sección de deportes. A cada párrafo leído le seguía un generoso trago al botellín con la satisfacción de descubrir que su equipo venció a domicilio la tarde anterior.
Manifestaba tal alegría que no hallé el momento de explicarle que aquel no era el periódico del día sino el del pasado lunes y que nuestro equipo había perdido en casa por un contundente cero a cinco.

El no Quijote

Tras la muerte de mi tío, recibí como herencia una memoria extraíble con varias decenas de carpetas repletas de archivos Word, que me llevó mucho tiempo leer. Uno de ellos, no sé por qué, me llamó poderosamente la atención. En él, un tal Cide Hamete Benengeli nos cuenta la siguiente historia:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, nació, vivió y murió Alonso Quijano. Perdió la cabeza por la cantidad de telebasura que consumió, pero gracias a los cuidados y prescripciones de un buen psiquiatra, llevó una vida parecida a la del resto de vecinos de su pueblo. ¡Quién sabe adónde le habrían llevado sus locuras!”

Una historia común

Un posillo de café cargado para quitar el sueño. Exuda mi destino de hembra mientras se hielan las paredes del alma.
Nada tiene que ver con el amor y me duele hasta en las uñas, mientras mi espalda se apoya en una esquina.
La vida persiste como si nada, mientras los faros bajan la luz y la portezuela se abre como una negra boca de infierno.

Cosas del agua

Pedro Camaño trabajaba en las minas de carbón .Entraba con el color del día en la piel y salía con un manto oscuro como la miseria.
Antes de cenar un guiso caldoso, iba hasta el arroyo a bañarse y despegar la noche de su cuerpo .Decía que, cuando el agua arrastraba esa negrura la luna le encendía luces plateadas por la cuesta de las olas.
Entonces ya no se sentía tan pobre….

Otra noche

Llevo varios días en la misma calle: puertas de madera, piso de piedra y luz mortecina. Se pueden escuchar a los lejos las discusiones, los niños llorando y música que sale por las ventanas como si trataran que callar el vacío que produce el silencio. A la misma hora empieza una batalla a muerte donde unos a otros se lanzan desperdicios hasta que quedan cubiertos hasta la rodilla; de repente se cierran las puertas como si quisieran custodiar algo valioso.
Observo que un hombre con tunica lava las piedras con esmero, hace montones de basura y las ratas quedan organizadas en grupos pequeños. ¡Claro! reconozco en ella mi calle, pero no encuentro mi hogar.

Tampoco hoy

No vendrán hoy, aunque no hayan dejado ningún mensaje en la nevera, ni hayan escrito una carta de despedida, ni nos lo hayan comunicado por teléfono. No vendrán a pesar de que les pongamos una taza de leche sobre la mesa en cada desayuno o les preparemos la cama con sábanas limpias. No abrirán la puerta de casa, ni te rodearán el cuello con un fuerte beso, ni ensuciarán el vestíbulo con pisadas de barro. Hoy no dirán buenos días cuando levantes la persiana de su habitación. Hoy no vendrán, cielo, porque aunque te cueste asumirlo, Paula y Javier nunca nacieron.

Recordar

-Bien, ya estoy de vuelta- eso fue lo primero que se me pasó por la cabeza cuando desperté en el hospital.
Me encontraba bastante bien de salud, claro, esto siempre que no tengamos en cuenta que la mente la tenía muy confusa y ver, lo que se dice ver, lo veía todo borroso. Me debían haber dado el desayuno hace poco tiempo, porque tenía un raro gusto a leche en la boca.
De repente me asaltó un pensamiento- ¿recordaría con el paso del tiempo quien era? ¿Sería capaz de escribir el desenlace de mi última novela?
Lamentablemente las repuestas a estas preguntas fueron NO.
Creo que una vez escribí sobre un bebe, que era la reencarnación de un conocido escritor…

Una pregunta sin respuesta

Aquel hombre no hacía más que comer, dormir y hacer sus necesidades. Vivía en medio del bosque, aislado, en el más absoluto abandono. No se bañaba ni se rasuraba, ni se cortaba las uñas ni el cabello. Dormía casi todo el día, oculto en una cueva. Apenas subsistía gracias al generoso río, que le regalaba sus peces. Y así pasó días, semanas, meses, años. Hasta que Dios, irritado, bajó del Cielo y le reprochó: “¿Me quieres decir para qué te di la vida?” El hombre reflexionó un instante, y luego contestó: “La vida está llena de ironías: siempre me hice la misma pregunta, y tú, que por fin te presentas, me vienes con la pregunta en vez de la respuesta”.

La maldición

Le rogó al hechicero que lo librara de la maldición de la bruja. Estaba harto de ser un monstruo dependiente de las fases de la luna. Ya no quería convertirse en aquel ser malvado, abominable y desdichado cuya vida era una pesadilla no sólo para él mismo, sino también para quienes lo rodeaban. Así fue que el hechicero, conmovido y lleno de compasión por la infeliz criatura, deshizo aquella maldición añeja que la condenaba a la más atroz monstruosidad. Desde entonces el ex hombre-lobo vaga por la estepa, libre y feliz, aullando a la luna.

Mar

El submarinista observó en el fondo algo redondo y plano con una argolla.
"Algo que ha tirado alguien; nada de particular", pensó, y lo movió de su
sitio. El Mar Menor se quedó sin agua en dos días.

Destino

Cada camino que el caminante emprendía acababa cortado por una muralla.
Sorprendido, se acercó a ella hasta tocarla y vio que cada sillar tenía el
nombre del caminante.

jueves, 15 de abril de 2010

LÁGRIMAS

Los libros de la biblioteca se habían puesto a llorar. Derramaban lágrimas en los anaqueles de la estantería durante las noches, humedecían las hojas, emborronaban la tipografía e impregnaban el lomo de tristeza. Nadie tenía una explicación, pero poco a poco las obras fueron muriendo como enfermos terminales, aquejados de un irreparable mal. En unas semanas las historias de Raymond Carver, Cervantes, Lope de Vega, Javier Marías o Shakespeare desaparecieron para siempre. A Luis se le ocurrió una idea. Esa noche y las siguientes dejó a un lado la televisión, la videoconsola e internet, cogió una novela y se puso a leer. Y los libros ya no volvieron a humedecer las estanterías con un charco de sal.

MARIPOSAS

“Queda, diviértete, folla y desaparece”, hemos cumplido las tres primeras reglas de la agencia de encuentros a rajatabla, pero hemos infringido la cuarta. Y ahora estamos desayunando juntos en esta terraza de Sant Joan. Te he dicho mi nombre, te estoy contando mi vida y vuelvo a sentir mariposas en el estómago.

Judas Cretina

Busca. Busca en el universo de caras. Busca por ciudades y campos. Busca, porque la primera vez que la vio, hace 30 años, se cagó patas abajo. Leyó el deseo en los ojos negros y dentro maceraron placer y miedo. Cedió la cretina al miedo y en su segundo encuentro le escondió la mirada, no antes de percibir su decepción. Aún la busca. En el tercero le besará los pies.

Fusión

Jamás olvidaré la hermosa mañana en que estuve.
Ocurrió tras la curva del barranco, cuando los ojos se me llenaron de verde brezo, de rojo tierra. Y de cielo azul, tan limpio. Inspiré profundo hasta que el oxígeno prendió la nicotina de mis pulmones y me senté en aquella roca grande, contemplando el paisaje. Con iris-fronda y el aire en la cara, sentí cómo se me abría el pecho. Millones de neuronas-tentáculo me conectaron no-sé-cómo-a-no-sé-qué. Y descendí. Bajé a través del embudo de mis tobillos para hacerme una con la tierra cuna-tumba, y ascender onda expansiva. Fundida al universo. Infinita. Dios. Yo.
Le veo arrodillado a mi lado con las manos en la cara. Ya no hay dolor, tan sólo un frío gélido que nace en mi interior alimentado por la incomprensión. Me quiere, dice. ¿Puede el amor justificarlo todo? No puedo creer que hubiera amor detrás de esos ojos o quizá, no lo sé, sea el amor un sentimiento tan cercano al odio que pueda llegar a fundirse en uno solo.

Mis párpados acaban cediendo y mientras todo se aleja y oscurece, cuando me dispongo a abandonar este mundo extraño y la injusticia ha ganado la batalla a la razón, sólo alcanzo a oír sus débiles palabras que resuenan como un último y doloroso estertor de mi vida: “Yo te quería….”

la sospecha

El individuo se metió en el ascensor sin saludar, le miré descarada y sonrió.
Cuando vi aquel colmillo ensangrentado aparecer a través de su sonrisa, el terror me invadió.
Tiempo atrás, leí que los vampiros se mezclaban entre la gente.
Me tapé el cuello como pude, no quería tentarle.
Estaba muerta de miedo, las puertas del ascensor se abrieron y él salió.
Me vi envuelta en una terrible encrucijada, no sabía si seguirle e intentar salvar la vida de su próxima víctima o marchar corriendo y salvar la mía…
En un ataque de insensatez, le seguí.
Tocó una de las puertas y entró. Me apresuré para impedirlo, pero claudiqué al leer el rótulo de la puerta: “Doctor Pérez, cirugía maxilar”

La vidente

Supo de ella y sus aciertos por azar. Nunca creyó en pitonisas ni adivinos, pero conoció su fama y anheló visitarla.
Plumas envueltas en tules, animales embalsamados: todo llamó su atención.
-Acérquese- le dijo, y encendió tres velas.
Parecía dominada por sus poderes. Fue la primera vez que el hombre sintió temor. Ella no abrió los ojos y pronunció su primer vaticinio:
-Usted se enamorará de mí, para siempre.
Él se alejó y comenzó a vilipendiarla; ella gemía.
-¡Ay! ¡Creerá que estoy inventándolo todo!
Se cubría la cara mientras revelaba su augurio:
-Veo niños. Son nuestros hijos… -parecía decir cosas que no quería que él escuchara.
Él la escrutó y debió alejarse, cuando descubrió, con espanto, que empezaba a creerle.

LAS PALOMAS

Mi padre tenía un revólver Astra del calibre 38 y una tarde, cuando notó que la muerte le rondaba, salió a la calle a, según dijo después, poner las cosas en su sitio. Fue al parque y la emprendió a tiros con las palomas. Causó media docena de bajas avícolas, un espectacular revuelo de plumas y provocó cierto terror entre los transeúntes. Aunque moribundo, estaba satisfecho. Según él, después de su proeza ya podía morir tranquilo. Mi padre siempre había dicho que los ángeles ya no frecuentan la tierra por culpa de las palomas, que incumplen las más elementales normas aéreas.

Meses De Espera

Sin darse cuenta, estaba despierto. Antes de afrontar la sangrienta batalla de palabras, dejó llevar su mente hacia la ensoñación que más le tranquilizaba. La embarcación que él gobierna fondea; en un puerto desconocido. Las tazas, la visita, el meneo, la fecundación. De vuelta, en el barco, el tabaco, los folios, la pluma, el corregir. Con el tiempo, nace la criatura, que debería vivir sola desde que se realiza el último retoque. Se levantó; se puso a escribir. Calculó que, con el viento a favor, la gestación duraría solamente unas pocas semanas más. En otro puerto; bebería café, se olvidaría de la criatura recién nacida. Removería, soñaría, y surgiría una nueva semilla. Y volvería a navegar.

El vecino del ático

“¡Mira! Maní el del ático, no me pasa ni una. Se enfado ayer por la lista del ascensor”


Sin confirmar:

Juana-Primero
Pepe-cuarto
Maní-Ático

Periódico

“se necesitan personas de ambos sexos para trabajar de comercial. ref.:…….”
Cerré el periódico y asentí a lo que me decías, pensando que seria lo que hace que nadie conteste mi anuncio.

Moda

Espere tanto a que me llamaras que el móvil paso de moda y ya no quiero usarlo, ¡que lo sepas!

Carrera

Tanto tiempo persiguiéndote, que el corazón de cansancio se me salía por la boca, así que tome aire y lo escupí en un charco del patio.

Cruzando el alambre

Eran zancadas de botas que caían con peso, un hombre al trote, perseguido. No llevaba cuenta de cuanto llevaba huyendo, pero el animal que se había manducado ya no figuraba en su estómago. A los tiros lo sacaron los de alambrado adentro, pero su ganado ya era carne de quien al paso se sirve. Y se sirvió rico aquél, hasta que le dio el cuero.

El tipo torcía el cuello para ver si lo seguían, no veía a nadie pero tampoco aminoraba. De pasada se tentaba con algún tajamar, pero el cagazo no le dejaba las piernas quietas.

PÉRDIDA

El día amaneció soleado. Estaba siendo un otoño cálido, amable. Todos sonreían alrededor del desayuno y disfrutaban del momento.

Sonó el teléfono. Nervios, prisas, desesperación, desconcierto. Sólo había sido una llamada telefónica, pero lo cambió todo. El desayuno se quedo intacto, frío, abandonado, como una naturaleza muerta. El día se tornó gris, desapacible. Y sus corazones descubrieron el dolor de la pérdida, la tristeza del abandono, la angustia de la soledad, la impotencia del que ama.

Ahora cada desayuno tiene algo de ritual, una aureola protocolaria, ceremoniosa. Y los días de otoño nunca volverán a ser cálidos ni amables. Falta la llama que encendía sus corazones, el nexo que articulaba cada pieza a la siguiente…

Falta su amor.

sueño

Será la vida, o quizás el destino no lo sé,
el caso es que algo hay, cada vez estoy más convencida de ello.
Si no leer el siguiente sueño que tuve, ¿premonición o casualidad?,juzgarlo vosotros mismos.
Os parecera que miento porque puede resultar increíble, pero es lo más cierto que me ha pasado.
Martes noche, casualidad que fuese trece, sueño que participo en un concurso literario pues
actualmente me he presentado a varios, y casualidad otra vez, el caso es que el premio es un viaje,
imaginais donde a Murcia, en el sueño lo consigo, ¿en la realidad también? en este caso el jurado decide.
Crees en sueños premonitorios quien sabe, en fin esta es mi historia, ¿realidad o ficción?.

Y volvió a sonreír

Sus palabras llenas de lástima y los largos silencios…. Por primera vez dijo lo que sentía, como se sentía y todo aquello que le había molestado. Por primera vez, ella escuchó, había sido injusta.
Bajando las escaleras, debajo de la lluvia, cruzando la calle, solo las dudas invadían su pensamiento, se había convertido en su pequeña gran locura donde las preguntas no tenían sentido donde las respuestas no existían.
A caso no era capaz de entender el amor, acaso el amor se había convertido en una obsesión, a caso esa obsesión terminaría con su gran amor…
Alrededor de una mesa, sin esperar nada, disfrutando, así se habían convertido los días especiales para ella.

La espera

Miles de años han pasado, y yo sigo aquí, esperando. Mirando desde mi cárcel de miedo autoimpuesta apenas consigo divisar, a lo lejos, los últimos rastros de una luz anaranjada, que me proporciona cierta esperanza, aunque cada vez más escasa. Con el paso del tiempo, mi corazón se va apagando y una extraña desidia se apodera, lenta pero inexorablemente, de mí. Confío en que este mensaje de auxilio llegue a buen puerto; quizá con suerte. El cometido para quien lo encuentre no será fácil: deberá desembarazarse de lo establecido, cuestionarse a sí mismo y a lo que lo rodea, y de este modo, reinventarse. Únicamente así podré comenzar a salvarme, a salvarnos.

Firmado: la Humanidad.

Compensando

Toda desgracia conlleva alguna compensación. No tener hijos me permitía, a veces (no soy naturista), andar desnudo por la casa.
En la cocina sonreí al pensar en las consecuencias de que me viera desde su ventana mi vecina. Ni erotismo, ni morbo. Pena o risa.
Pero la costumbre de mi mujer de tener echadas las persianas evitaba el peligro. Peligro, ¿qué peligro? Lancé un beso al aire, para quien quisiera recogerlo.
Era esa oscuridad y el olor a cementerio provocado por las flores sobrantes de la boda de mi suegra lo que iba a combatir con una copa de vino.
Qué buenas, las compensaciones.

Corrupción

Temerosa ojeaba el pomo de la puerta cerrada del despacho. Aterrada, temía la entrada del Presidente.
Dirigiéndose él hacia su despacho, giró el pomo y sin abrir, contempló el cartel junto a la puerta. –Directora-suspiró. -Zorra-pensó. Entró y contemplando el terror en su cara, nuevamente , se excitó. Le mostró la foto de Ada.
-Vega- Desaparece y calla para siempre o de ella solo te quedará ¡ésta foto!.-¡Carroña!- le gritó ella.
En su cama, entre lágrimas, se tragó todos los tranquilizantes de la caja iniciada la noche anterior.
Postrada en la cama de aquel hospital tan solo sentía arrepentimiento. Creyó que el dolor sería menor…
El sin remordimiento y respaldado por sumisos que acatan sin inmutarse lo irreal.
Resignación. Muerte

Los trenes de las estaciones

Si sólo hubiera que correr hasta la estación para no perder el tren todo sería más sencillo. Pensar qué decir al llegar al andén, cómo pedirle perdón y mostrar el arrepentimiento necesario como para ser invitado al vagón es un poco más difícil, teniendo en cuenta que todo esto se debe hacer mientras se esquiva a la gente de la calle. Pero el verdadero problema es llevar haciéndolo durante diecisiete años, correr todas las mañanas por no haber corrido cuando fue necesario. Ahora no tiene mucho sentido, más que el de reírse, a su manera, de la gente que se agobia cuando tiene que correr para no perder los trenes de las estaciones.

LA PROMESA

-Papá no me dejes. Quiero que me lleves contigo. El hombre que está con mamá me pega. A mamá también le pega.
-No puedo llevarte hijo. Pero quedate tranquilo. Ese hombre no te pegará nunca más. Ni a ti , ni a tu mamá.
Y las palabras de su hijo le llegaban constantemente. “Me pega. A mamá también le pega”.
“Hijo, ese hombre nunca más te golpeará. Ni a ti, ni a tu madre que es la mujer que aún sigo amando. Aunque tenga que morirme en la cárcel, ¡Nunca más los golpeará!”
Cuando cargó su revolver, se cercioró de su perfecto funcionamiento y salió dispuesto a cumplir su promesa.

ACALLAR EL RECUERDO

No sé de donde vino. Hizo su rancho a las afuera del pueblo. Siempre solo. Huraño. Su saludo parecía más bien un gruñido. Armó su horno de ladrillos. Trabajar. Trabajar. Sólo trabajar. Mañana, tarde y noche. ¿A qué hora comía? ¿A qué hora descansaba? Nadie lo supo jamás. Barro, barro y más barro. Adobes. Pilas de adobes. Su horno de ladrillos siempre ardiendo. Era su feroz método de olvido. Única forma de acallar el horrible re-cuerdo. Chirridos de frenos. Estrépito. Ayes de dolor subiendo al cielo. El fin. La noche. Barro. Barro y más barro. Adobes. Pilas de adobes. Y el horno siempre ardiendo.

Masa

Cada uno recibía un baño de tolerancia, conocimiento y formación histórica que hizo de sí mismos individuos avanzados, cultos y dialogantes. Con su piel blanquecina, sus ademanes suaves y sus formas empáticas, convivían en una armonía complaciente.
De pronto, un coche sucio pasó a toda velocidad con un ruido cavernoso, atravesando sin miramientos la calle educada, y arrastrando a un niño de ocho años y a una anciana con una bolsa de plástico.
Del coche se bajó un adolescente riéndose a carcajadas y haciendo cortes de manga a la gente. Y todo el mundo, con los ojos inyectados en sangre, se abalanzó sobre él destrozándolo a golpes.
Y mientras lo hacían, una comprensión mutua les llevó a un sentimiento catártico.

Desarme

Tan bueno era que ni los herrerillos del parque se asustaban a su paso. Pero hizo tantos favores que no se lo perdonaron nunca. Caído en desgracia, lo llamaron un par de veces. El amor forzado hiere como cuchillos de hielo.
Salía de vez en cuando, como una sombra amarillenta, y se quedaba sentado en las almenas del mundo colectivo al que nunca quiso dañar.
Un día, saltó hacia adelante.
Bailó, sonrió inoportunamente, vistió colores... El rey de los traspiés ya no andaba con sombrero y el trajecillo apolillado se ahorcó en el armario para siempre. Quiso beber tanta gente, quiso tocar con los ojos tantas ventanas, que sus antiguos le dijeron que no, que les gustaba cuando era bonachón.

UN MAL SUEÑO

Una Ministra bajita de pelo alborotado para hacer la pelota a su Presidente dijo, que si nos animábamos a hacer una guerra contra Irak, el petróleo iba a ser tan barato que, a lo mejor, nos lo regalaban. Muchos picaron. Dijeron sí a la guerra, no hicieron caso a los del no. Fue un mal sueño, del que no hemos despertado. Con esa destrucción, muertes evitables, asesinatos sin querer, latrocinio, terroristas suicidas, generales llenándose el pecho de estrellas, negociantes yanquis agazapados para construir lo que están destruyendo cuando parezca que la matanza ha acabado, resultó un mal sueño. El mundo es perverso, y eso con sueños o realidades seguirá siendo así por los siglos de los siglos.

INMERECIDA VIOLENCIA

Cuando yo era niña el mundo era bonito. Bueno, estaba el franquismo y cosas feas como el hambre. Los hombres hacían regalos a las mujeres, iban a cortejarlas a las rejas y, antes, hubo un tal Romeo enfrentándose a su familia por el amor de Julieta. En Verona puede verse un falso balcón por el que trepaba para acariciar sus cabellos. Y Dante, Petrarca, gente buena que se enamoraba y ponía a las señoras en un altar. Hoy eso no existe, sólo hay una violencia inmensa e inmerecida, una gran indefensión. La mujer no vale nada, cualquier mamarracho con sólo el nombre de hombre, puede abofetear, humillar y hasta matar. Y el mundo aún no se ha enterado.

Te quería

Le veo arrodillado a mi lado con las manos en la cara. Ya no hay dolor, tan sólo un frío gélido que nace en mi interior alimentado por la incomprensión. Me quiere, dice. ¿Puede el amor justificarlo todo? No puedo creer que hubiera amor detrás de esos ojos o quizá, no lo sé, sea el amor un sentimiento tan cercano al odio que pueda llegar a fundirse en uno solo.

Mis párpados acaban cediendo y mientras todo se aleja y oscurece, cuando me dispongo a abandonar este mundo extraño y la injusticia ha ganado la batalla a la razón, sólo alcanzo a oír sus débiles palabras que resuenan como un último y doloroso estertor de mi vida: “Yo te quería….”

Luz letal

Atongwe encontró la linterna semienterrada en el suelo embarrado que separaba la escuela del refugio y enseguida la encendió; lo de jugar a atrapar la luz con su amigo Mogomu fue cosa hecha. La señorita Julienne los vio y les gritó con los ojos como platos que la apagasen, pero resultó demasiado tarde. Los soldados, entrenados a disparar a cualquier cosa en movimiento, también habían visto su destello dorado yendo y viniendo a toda prisa, como una alimaña enloquecida.
La señorita Julienne también murió.

Espejismo

Ella se detuvo a mirar un escaparate y yo seguí andando y hablando con ella. Cuando enlacé mi brazo con el suyo, no me di cuenta de su delgadez y tampoco noté la suavidad del terciopelo que lo envolvía. Seguí hablándole como si nada, y entonces ella dijo algo que hizo que me detuviera y la mirara de arriba abajo, como a una extraña. Fue tan grande la sorpresa de que me hablara en aquellos términos, que no reparé en los rizos de su pelo, ni en la estrechez de su cintura, ni en el rojo fucsia de sus labios. Eso fue después, cuando nos abalanzamos el uno sobre el otro en la cama del hotel Majestic.

La última melodía

Un clavo mugriento y oxidado que salía del alfeizar hacía de soporte de un viejo transistor, de él salían bellas canciones de amor, que recordaban tiempos pasados. Escuchando las melodías, sentado en una de las enormes piedras que apostaban a la entrada de la cabaña, estaba sentado Matías. Hombre corpachón, sin afeitar, cigarrillo a punto de morir colgando de su labio inferior, boina desprendida hacía los ojos, en un garrote sus manos una sobre otra, anchas y ajadas por el paso de los años en sus tierras. Al ritmo tranquilo de la música iba su corazón el cual terminó de bailar al unísono del último vals.

Angustia

Al acostarme mi estado de tensión y de agonía por llevarme algo de comer a la boca había hecho que perdiera la noción del tiempo. Rondaba casi el año que había perdido mi empleo, se habían quedado con la casa y a mis hijos ya no estaban a mi lado. Mi vida era tan angustiosa, que tumbada en la cama de la pensión más lúgubre de la ciudad, la mente tomaba caminos no imaginables jamás por mí. A la mañana siguiente, terminé de sufrir.

EL DOLOR DE LA ESPERA

Las estrellas se esconden con sus pensamientos tras un muro de nubes negras.
Nadia espera impaciente junto a su hija. La barca las recogerá en la orilla del río.
No dejará que sometan a su niña a la fuerza de sus costumbres, no permitirá que le quiten los más intimo de su ser.
Un hombre grita desde la oscuridad. De repente, otro más alto, de piel oscura y rostro tapado, agarra a la pequeña. Durante unos minutos, la madre forcejea sin éxito y su vida, se va en ello. Los gritos de pánico desaparecen en la noche. Una vez más, la barca llegaba tarde.

NO HABRÁ PREGUNTAS

Fui defraudada en mi amor ¿en qué nos equivocamos? Quizás en creer que nuestro amor iba a ser eterno. Mi ilusión quedó trunca. Estoy parada frente a él. No fue difícil. En realidad no sé como lo hice. Oigo las sirenas a un par de cuadras. Llegarán, abrirán la puerta a los golpes. Está sin llave. Van a tratar de no pisar el charco, de no tocar nada. Como en las películas. Sí, como en las películas que nos gustaba mirar juntos. Y luego las preguntas, las interminables preguntas. Pero no habrá respuestas.
Ya llegan. Oigo las pisadas de sus botas. No habrá preguntas. Todavía queda una bala y después, espero que el infierno sea lo suficientemente grande para no encontrarnos.

VISITA INESPERADA

Atención, los delfines y tiburones están saliendo del mar con gafas de bucear y botellas de agua; parece que vienen en son de paz porque no traen armas.

Atención, les siguen los cangrejos y ballenas, también con los mismos artilugios.

Salen todos los animales del agua y se dirigen a las ciudades a disfrutar de la calidez de la polución de los automóviles y fábricas. ¿No tienen suficiente con la porquería que les arrojamos a su hábitat?.

Atención, un pulpo se quita la escafandra y haciendo un gran esfuerzo quiere hablar. Escuchemos que nos quiere decir:

Sólo venimos a sentir que nos espera cuando nuestros mares estén podridos como lo está ahora el entorno en el que viven.

FANTASMAS

Esta mañana le notificaron. Debe ir a la guerra. Abandonar a su esposa, su apartamento, su patria. Ulises, 35 años, volvió. 1460 días después. Millones de muertos y heridos y huérfanos después.
Primer periodo de trescientos sesenta y cinco días: la cama es insoportable. Duerme en el suelo. Fuma cada hora.
Segundo periodo: intenta dormir. Imágenes invaden sus sueños: bebé pisoteado durante una evacuación; un niño se resiste mientras lo penetra; cadáveres. Sudor. Abre los ojos. No volverá a cerrarlos.
Tercer periodo: ausencia. Claudia le pregunta en dónde estuvo. Claudia cae. El bebé llora a gritos. Pregunta de nuevo. Violación. El bebé duerme.
Cuarto periodo: paranoia. Sospecho de todos. Debo terminar con ellos.
Quinto, sexto?
Ulises jamás volvió.

Barbaridad

La lluvia me taladra el cerebro, porque la oigo y la siento pasada por el filtro del paraguas. Por eso lo cierro y, aunque me mojo, soy una puntita más feliz, lo justo para no sorprenderme pensando en saltar de pronto a la vía del tren. En las noticias dirían que era un suicida, y mi familia se preguntaría qué me empujó a hacer semejante barbaridad. No es una barbaridad, todo el mundo puede pensarlo durante un segundo cuando siente que en su vida nada es cómo querría. Luego ese segundo pasa y vuelvo a ser moderadamente feliz, pero a veces me da miedo pensar que un día puede no haber nada que me sujete cuando pase el tren.

Agua

De la canilla cayó una gota de agua. El se despertó, abrió los ojos y se puso boca arriba. Pensó que esta sustancia se puede clasificar con todos los adjetivos, puede teñirse de todos los colores y recorrer casi cualquier terreno. También logra evitar los obstáculos más necios. Se desveló imaginando todas las posibilidades. Caminó hasta la cocina. Intentó cerrar la canilla pero era imposible. El incesante ruido le penetraba el cráneo. Arrancó violentamente el grifo con ambas manos y las piernas como palanca. Un chorro de agua fría salio disparado hacia el techo formando una parábola cristalina. Volvió a la cama y se durmió arrullado por el sonido de una cascada tropical. Soñó que se ahogaba.

Mediterráneo

Fue el sol quien la despertó, sus rayos acariciando la ya de por si bronceada piel -acostumbraba a dormir sin cerrar las contraventanas, manías de un antiguo amante del que nada más perduraba en su recuerdo-, y lo primero que hizo fue girar la cabeza para buscar el libro que la había tenido en vilo hasta bien entrada la noche.
Sueños de dioses griegos que se comportaban como hombres y de héroes épicos con aspiraciones sobrehumanas se entretejieron en su preciosa cabecita dorada al ponerse el bikini... y mientras se dirigía hacía la playa pensaba “¿de qué color serían tus ojos, Helena?”.

martes, 13 de abril de 2010

Da igual

Tiempo, más tiempo, siestas de dos horas, paseos sin rumbo fijo, paseos decididos, nuevas rutinas, nuevas amistades, nuevos amores, salidas, noches de sexo, de lunas de piel, cambios, cinco cortes de pelo nuevos, una talla más, dos tallas menos, menos libros por leer, mejoras laborales, algunos éxitos y fracasos que no conté, el deseado viaje a Lanzarote y el del próximo mes a Lisboa. Te sigo queriendo.

Lenguajes Nocturnos

Las noches no eran estrictamente para dormir y callar. Entre sueños ronroneaba, hablaba e incluso cantaba. Así me enteré de cuanto me quería.

La vez que roncó, supe que me iba a dejar.

Triste esencia

El tornado era agradable y simpático, pero todo el mundo lo odiaba.

MÁS QUE UN DESEO

Estoy preparando la maleta, libros, pasajes. Casi no atino… los nervios. Me acostaré pronto aunque no sé si dormiré. Doce de la noche. Quince años encerrada en esta ciudad. Tomo café a pequeños sorbos. Cierro los ojos. Tengo tantas ganas de mar que puedo sentirlo, verlo, olerlo, pisar la arena y el agua bañando mis tobillos .La brisa me hunde en un sopor tan agradable como insoportable. Respiro profundamente.
Me duele la cabeza. Estoy confusa, no veo mi equipaje, creo que perdí el avión. Miro el reloj, doce de la mañana. Suena el teléfono con insistencia. Descuelgo. Una voz chillona pregunta si me pasa algo y por qué no fui a trabajar. Aún estoy aturdida… Ha sido un sueño.

Historia de un calcentin

— ¿Qué se ha creído este renacuajo? ¿Desde cuando un calcetín vulgar de lana osa insinuarse a un veterano de mi categoría? Y además es menor que yo. Hoy en día, la juventud ya no tiene respeto. Me emparejaría antes con un rojo que con este ridículo calcetín de tamaño infantil. ¡Abrase visto pretensión semejante!—
Y así fue como, por haberse quedado sin pareja y negarse a compartir cajón con el dos tallas menor calcetín gris de algodón, el elegante calcetín Tommy Hilfiger de seda de color marengo talla XL acabó en el cubo de la basura.

El laberinto oculto

Ya no estoy solo, al fin logré construir el laberinto de espejos en donde vivo. La ubicación exacta de los materiales que la conforman confrontados en diversos ángulos en relación al movimiento solar produce la sensación visual de vacío, de ausencia. Genera la percepción de transparencia Un escondite recóndito e inaccesible a los ojos del hombre común, reservado a las mentes especiales, a los perseguidos, a los que dueños de la verdad. Ya no desgasto mis piernas escapando de todos. Aquí no hay discordias ni desencuentros, ellos me entienden, me ayudan, me siguen. Ríen conmigo.
A veces su burlan, pero sólo a veces. Cuidan mis espaldas. No necesito más. Éste es mi mundo, estoy en paz.

La decisión

Ya estaba la decisión tomada. Solo un salto al vacío separaba mi atormentada vida con el silencio pacífico de la nada. Era libre en el aire, fui consecuente con mi decisión. Mi vida entera transcurrida en aquellos segundos donde fui ave y fui feliz convencido de lo que hacía. Tanto sufrimiento que parecía eterno se disuelve en un instante, en una imagen, en una representación. El sinsentido en su máxima expresión se presentó en forma de viento golpeando mi pellejo.
Pero no soy dueño de mí. El médico curó mis heridas sin consultarme. Estoy despojado de la libertad.

TESCO

Te espero sentada como olvido.

Querida Penny

Querida Penny:

Esto ha llegado esta mañana. Estoy casi seguro que se refiere a aquel relato que era tan inaceptable que no merecía la pena ni que lo examinara la comisión.
Un abrazo,
George
Después del leer el email que por error se había colado en mi buzón, fui a la destructora de documentos y metí los dedos.

Vacaciones en la vecindad

¡Idiotas! Su voz potente nos daba la bienvenida. Mis padres habían ido a buscarle, pero visto lo visto y un tanto apurados, intentaban zanjar la conversación con los vecinos. De nuevo, su voz atiplada irrumpía en el aire ¡imbéciles! La cosa se iba calentando. Con su media sonrisa dibujada en la cara, mi madre se adueñaba de la situación y tras dar las gracias, le traía de vuelta a casa. Yo deseaba descubrir los progresos lingüísticos de mi amigo, sus primeras muestras me auguraban un invierno sumamente divertido. Entretanto Séneca, mi loro, seguía mostrando las dotes de maestro de mi vecino Juanito: ¡Culito culito! ¡Multiplícate por cero!

A OSCURAS

A oscuras soy otra persona. Derrotado por el miedo y el olvido, escondiendo mi
tedio en la rutina, dibujando mis sombras tras la tuya, sin luz.
Pero cuando al miedo impongo mi voluntad, y avanzo dejando atrás el ruido de mis pasos, y olvido que no hay luz, ni sombras; entonces vuelvo a ser yo.
Y me levanto para ver brillar la vida, y vuelvo a reír, y a amar, e intuyo el paso de tus caderas.
Vuelvo, en fin, a la vida.

Hasta aquí

Antonio salió de casa con prisas. No llegaba tarde, pero bueno. Bajó al garaje y se subió al coche. No le apetecía nada conducir, pero bueno. Se encendió un cigarro. Sabía que era malo, pero bueno. Al entrar en la oficina, saludó al conserje. Nunca le respondía, pero bueno. Encendió el ordenador y abrió el chat. No es que tuviera ganas de hablar con nadie, pero bueno. Lo pilló el jefe y le echó la bronca. Él hacía lo mismo, pero bueno. Antonio aguantó la bronca. Sabía que no la merecía, pero bueno. En la radio sonó una de sus canciones favoritas. Sonrió. Baja eso, gritó el jefe. Antonio dijo:
Bueno, pero... me voy. Y recogió sus cosas.

LA SOMBRA

Su vida cambiaría repentinamente, desde el momento que la silueta que contemplaba a través de los visillos, se convirtió en una obsesión. Diariamente, al otro lado de la calle, alguien fumaba un cigarrillo mirando hacia arriba, con las manos en los bolsillos, desapareciendo en la oscuridad. Esa noche llamaron al timbre de su casa, por la mirilla, pudo observar al hombre que había vigilado, el pánico hizo presa de él, un sudor frío embadurnaba su frente y retrocediendo sobre sus pasos, no pudo ver el cable telefónico que le enredó el pie y le hizo caer golpeando mortalmente su cabeza. Al otro lado de la puerta, un detective que investigaba al vecino sospechoso del tercero, solo quería hacerle unas preguntas.


Endelva

EL FARO

El faro vigilaba la playa, oteaba su costa y sus acantilados, cuidando que todos estuvieran a salvo y las travesías llegaran a buen término. Desde la ventana, ella continuamente lo observaba. Aquella noche la tormenta era tan brava que los enérgicos rugidos del mar y los truenos la aterrorizaban. Desde la cama, lo único que mantenía su aliento, eran los destellos de ese faro que, dando guiños, alumbraba la habitación por fracciones de segundo. Repentinamente, el postigo golpeó uno de los cristales abriendo la ventana, aterida y horrorizada intentaba cerrarla, es entonces cuando comprobó, presa del pánico, que el viejo faro estaba inmóvil, pero ¿de donde provenía, en tal caso, la luz que todavía inundaba la estancia?.

Endelva

DESCUBRIMIENTO

“No quedaban libros en el mundo en los que encontrar las palabras que brillaban en sus ojos”. Así terminaba el último relato que nos había leído en clase.
Al verlos juntos de forma casual, como otras tantas veces, entendí de pronto el tono melancólico de esa frase final que yo (inocentemente) había achacado a la emoción.
Tal vez nunca dejaron de soñarse…

Resilencia (O, el silencio de la memoria contra la muerte del alma)

Eliza, de seis años, se había encontrado frente a frente, volviendo de natación por la calle de siempre, con el peor enemigo de una niña inocente: el lobo feroz.
Días después, le explicaba al psicólogo cómo había logrado salir indemne: “Jamás estuve ahí”, explicó, con sus claros ojos sonrientes, sin temblor alguno en la voz que delatara una mentira.

El infierno y el cielo

- El infierno no existe.
- Sí existe -me contradijo -, existe en este mundo terrenal. Observa a tu alrededor
Observé. Estaba dentro de un cuarto de cuatro paredes.
Fuera, pasaba un carrito llevado por un caballo en un terrible estado, acarreando toneladas de basura.
- ¿Qué me dices del cielo? -pregunté esperanzado.
- También. Es cuestión de construirlo.

EJERCICIOS ESPIRITUALES

Yo no me acuerdo de nada, pero el cura de mi parroquia asegura que, a la quinta botella de agua de Lourdes, me levanté de la silla de ruedas. Corrí hasta la ermita en menos de diez minutos, bailé con Lola muy apretado y me volví a partir el espinazo al intentar ganar una apuesta trepando a la torre.

El año que viene volveré a los ejercicios espirituales.

FOTOGRAFÍA AÉREA

Un hombre llamó a mi puerta y me ofreció la fotografía aérea de mi pueblo.

Colgada en la pared del comedor, me siento orgulloso de las murallas romanas, de los palacios exóticos y de ese mar que nunca tuvimos.

Me preocupa el avance de las tropas enemigas.

HUYÓ

Abrumado por tanta responsabilidad el animal había huido a un lugar de paso en el que nada ni nadie le recordara quién era. Así -pensó- no se sentiría obligado a tomar partido.
No podía saber que el lugar elegido era la nada, no tomaría partido, tampoco sentiría.
Todo estuvo bien hasta que sus tripas le alertaron de deseos que no pudo tener, de alegrías que sólo se esbozaron, de tristezas que no se formularon.
Entonces quiso volver.
El camino ya no existía, se había borrado.

LEGADO DE LA ABUELA

- Mañana va a llover - dijo mi abuela - las golondrinas y los vencejos vuelan bajo.
Yo miré y vi los pájaros como siempre, pero dentro de mí quedó esta frase. Sus cuentos y canciones se grabaron en mi mente.
Aún siento el calor de sus abrazos y recuerdo cómo se le iluminaba la cara con una sonrisa, cuando me preparaba la merienda: pan con aceite y azúcar, más una onza de chocolate, “por lo bien que haces tus tareas”.

Ahora soy yo quien les dice a mis nietos: “Mirad, se acerca la tormenta, las golondrinas vuelan bajo” y ellos me miran con ojos de asombro. Pero sé que esto también quedará grabado en ellos.

Gracias abuela por tu legado de amor.

El trueque

- ¿Estás seguro?. A partir de aquí no hay vuelta atrás.
El hombre miró cohibido los ojos rojos, ardientes. Inspiró fuerte y contrajo el rostro.
- Ya lo sé. No siga. No hay vuelta atrás. ¡Vamos!.
- Es un precio muy alto...
- Creo que no. Compro algo mucho más valioso...


- No lo entiendo, Ramiro. El crío llegó mucho peor. El padre parecía sano y, en dos semanas, el tratamiento sólo está actuando en el chaval.

Ramiro López, adjunto de Oncología, levantó un instante la mirada de la carpeta con el historial hacia los ojos de su jefa, la Doctora Milagros Andúrez.

- Cualquiera diría – añadió la oncóloga – que el diablo les hubiera intercambiado la enfermedad...

El Coleccionista

Hacía mucho frío. Ana tuvo que juntar los brazos a su cuerpo mientras caminaba entre las gruesas paredes del habitáculo. El encargado de la sala de cadáveres le dijo que debían mantener la temperatura tan baja por motivos de higiene. Cruzaron todo el pasillo, atestado de estanterías con medicamentos y material quirúrgico colocados con descuido. El encargado se detuvo al llegar al muro de cajones. Tiró de la puerta de uno de ellos y lo extrajo de su prisión de frío cemento. Estaba vacío. Ana miró extrañada al hombre, que ahora sostenía en alto una gran jeringa.

-¿Lista para ser mi nueva adquisición?- Le clavó la aguja en el cuello y agarró su cuerpo exánime para meterlo al cajón.

Rescate

Mis botas de bombero vencían con enormes esfuerzos los cuatro dedos de nieve que habían cubierto la carretera. Enfrente había un coche con el morro hundido hasta el salpicadero, y una chica estaba atrapada entre varios hierros plegados a manera de telaraña. La nieve ya se empezaba a acumular en el boquete del parabrisas y amenazaba con entrar a su habitáculo. Aproveché el surco que habían abierto los neumáticos al derrapar para así avanzar mucho más fácilmente. La mujer tenía la cara
separada en dos mitades por la sangre. Apenas abrió los ojos para mirarme. Le sonreí y le dije que aguantara. Sacarla me llevaría horas. El destino nos había hecho compañeros forzados y yo me prometí darlo todo.

Las puertas del cielo

Entonces todo se vuelve infinito. El cielo azul estaba adornado por algunas nubes viajeras que
parecían haber hecho un alto en el camino para deleitarse con mi final. Un chico se aproximó en
una bici, las ruedas girando con isócrona majestuosidad, y se sentó junto a mi cabeza yaciente en el
asfalto. Sus inquietos ojos buscaban una explicación a todo aquello. En ellos se desató una tormenta
de lágrimas al comprender que no se podía hacer nada. El viento otoñal depositó en el cuello de mi
camiseta unas hojas resecas (caricias de piel marchita), dándome así un último regalo. Sonreí y
elevé la mirada de nuevo, comprendiendo ahora que el cielo no era un límite, sino un punto de
partida.

Costuras Vitales

El primer punto siempre era el más difícil. La aguja describió su trayectoria caprichosa entre los
dedos de Diana, arrastrando consigo el finísimo nylon azul. Fueron dando vida poco a poco a
múltiples rombos concéntricos en el rincón del comedor. El jersey estuvo acabado en invierno.
Era una tarde lluviosa de febrero. Los llantos del bebé quebraron el silencio húmedo del cuarto y
sacaron a Diana de su plácida siesta. Abrió el armario: ahí estaba el diminuto jersey azul. Lo cogió y
se lo puso a su hijo, que aprobó la idea con una sonrisa y un eructo. Diana abrazó su cuerpo cubierto
de rombos y supo mejor que nunca que el primer punto siempre era el más difícil.

Relación en crisis

Estábamos atravesando una profunda crisis. Durante varios meses había intentado rescatar los restos de una relación naufragada. Colmada de una insípida apatía decidí poner fin a aquella falsa. Así que respiré hondo, tomé su cara entre mis palmas, y mientras le miraba a sus ojos pardos le dije:
-Querida, durante todos estos años has sido mi leal compañera, hemos estado juntas en todo momento, pero he madurado y me he dado cuenta de que debo continuar por un camino diferente al tuyo-.
Así fue como guardé mi vieja muñeca en un baúl y salí corriendo a jugar a la calle.

El viaje de Penélope

Penélope apareció como cada día en la estación, con su bolso de piel marrón, sus zapatitos de tacón y su vestido de domingo. En lugar de sentarse en el andén, aquel día tomó el primer tren y se marchó. Unos dicen que se cansó de esperar, otros cuentan que fue en busca de su amado y algunos murmuran que decidió conocer el mundo del que tanto había oído hablar. Sin embargo lo que nadie puede negar es que en aquel día y en aquel instante la dulce Penélope destrozó la canción de Serrat.

EVOCACION

Sin lugar a dudas, aquel fue el primer gesto maternal que recuerdo, un calor intenso en la nuca y un sonido de voces a lo lejos. Alguien me rescató del fondo de un armario, quiero pensar que mi madre pero sólo percibí el tacto de unas manos. Desde entonces siempre me sentí atraída por refugiarme en ellos. Sal del armario, me decían mis primos cuando huía de los juegos infantiles y yo como si oyera llover. Sólo los nudillos de mi madre golpeando la puerta lo conseguían. Cuando crecí los armarios se hicieron pequeños y ya nadie me gritó que saliera.

UN ESTUDIO REVELA QUE LA OBESIDAD SE “CONTAGIA ENTRE LOS AMIGOS (Noticia del Periódico)

Cada vez que estornudaba Juan, Marta engordaba. Lo descubrió cuando empezó a notar una presión en las costuras de su ropa siempre que su amigo esparcía por el aire sus bacilos. Su peso empezó a aumentar de forma considerable sobre todo porque Juan padecía una rinitis alérgica crónica. Ella le advirtió que de los setenta kilos que pesaba cuando le conoció estaba llegando ya a los noventa y que no entendía la razón, así que pensó que lo mejor era apartarse de él. Así se lo comunicó. Juan, asombrado y con un kleenex en la mano, le sentenció después del último estornudo: “Qué lástima, pensé que eras distinta. Siempre creí que el precio de la amistad bien vale 20 Kilos”.

JORNALEROS

Campos pintados de verde, llenos de trigales y florecillas silvestres. Perfume de azahar, jara y romero... Al alba preparados ya están los jornaleros. Arañan la fértil tierra con coraje y firme paso; sus manos llenas de durezas, espaldas cansadas y piel castigada. Reflejan las arrugas que quedan impresas, testigos de cada día duro de trabajo. La lluvia será por siempre su castigo, el Sol su capataz y la Luna una ladrona de sueños. Recogerán con delicadeza la cosecha, mimando cada fruto como si fuese el primero. Esa será su herencia y el orgullo para los suyos. Las vivencias que contaran a sus nietos con nostalgia que embargara sus almas si esta vida les da tregua.

EL MAR

La brisa acaricia mi pelo. El Sol broncea mi tez blanquecina sonrojando mis mejillas. En la orilla recojo mis tesoros: estrellas, caracolas y corales. Las olas me vigilan mimando mis pies con suaves masajes de espuma. Vuelan las gaviotas sobre mi para no sentirme sola. La Luna y las estrellas son sus centinelas. El es infinito, poderoso, luchador...Nunca me falla ,siempre le tengo. Es mi mejor amigo, el guardián de mis secretos. Muestra su belleza con agua cristalina y el azul de su horizonte hace que mis sueños sean inalcanzables. Muchas veces le escribo en la orilla: TE QUIERO y el consigue borrarlo con empeño para que el próximo día vuelva a verlo.

La inspiración

El filósofo sintió tal fe en su razón como para develar el fenómeno de la inspiración. Indagó todo documento sobre estética, creación, materia y forma que hubiera. Se reunió con el músico. Descubrieron el lenguaje de la música verdadera y de las voces de las musas. Por un error de invocación una de ellas falleció. El dolor por la muerte de su hermana hizo que ésta les confiriera el peor de los castigos; el desentierro de la humanidad de su dimensión inspiradora, no se volvería a crear, todo sería sombra sobre sombras. El Dios del tiempo oyó sus ruegos, sabía que dejar de crear significaba dejar de creer entonces redujo la pena a los tiempos que se llamarán contemporáneos.

El sol estival desciende lentamente en el horizonte mientras tiñe el tranquilo mar de reflejos plateados

El sol estival desciende lentamente en el horizonte mientras tiñe el tranquilo mar de reflejos plateados. Una suave brisa en la playa eleva a las gaviotas, que entonan cánticos de regreso a su isla y anuncian que pronto , la noche extenderá su negro manto e invitará a la luna y a las estrellas a bañarse en el plácido mar y éste, complacido de su compañía, le susurra nanas con el rumor de sus olas.
Juntos duermen hasta que al llegar el alba , un cielo anaranjado les empuja en el horizonte anunciando la vuelta del sol , de la luz, y él sube alto, mas alto, para luego descender lentamente, en el horizonte ….

THE END

El saxo descarga sobre mi cabeza su mejor ambigüedad. Todos valemos para algo. Yo barro el suelo de la sala de espera, me entran ganas de bailar.
Hoy ha muerto una anciana, he dado el aviso. No está permitido llevar auriculares puestos, pero nadie se fija en nosotros, pobres celadores.
Me entran ganas de bailar, comienzo a contonearme con disimulo. Esa joven en silla de ruedas me observa sonriente. Le gustaría poder seguir el ritmo con los pies… La anciana muerta era amable, en su juventud ganó algún concurso de baile. Me lo dijo hace unos días. En los últimos tiempos apenas podía moverse.
En este lugar todos bailamos con la muerte (marcando un paso cada vez más lento).

Que nadie lo sepa

Llovía adentro; le dolía. Intentó que la lluvia emergiera. Salió a correr hasta quedar completamente mojada, su sudor era apenas una fina lámina de lluvia. Regresó a su casa. Comió todo lo que encontró para cubrir la lluvia. Se sintió muy hinchada y con más espacio para que lloviera. Telefoneó a un viejísimo novio, para que el líquido del novio apagara la lluvia. Su conciencia estaba empañada y el novio se fue; la lluvia seguía con más fuerza. En la farmacia compró una cajita que decía:- “tomar en caso de lluvia”. Tomó uno, dos, tres días, la lluvia comenzó a cesar, por completo, hasta que se hizo seco. Estaba contenta hasta que llegó una sequía insoportable que se convirtió en fuego. Invocó a su lluvia, pero no respondió. Volvió a la farmacia y compró un frasquito que decía:- “romper en caso de incendio”. Juntó los dos frasquitos y los miró.

El pequeño pescador

Haendel, amanecía en la playa pescando cuanta carnada pudiese. Listo, nadaba intrépido sobre el oleaje alcanzando viejos pilotes de muelles fracturados. Era época de ciclones y, desde los cayos, las corridas de pargos se refugiaban en la cálida bahía buscando comida y abrigo. Muchos, pescaban los cómodos lancheros. Algunos, los trabajadores portuarios. Menos, los pescadores playeros como nuestro pequeño. Quien con dos nylon al unísono aguardaba horas sobre su metro cuadrado de improvisación hasta la llegada del mágico momento, cuando los cordeles eran despedidos entre sus menudos dedos, adornados por pinchazos y cortadas hasta terminar llenando el vacío de los platos en casa.

Ser o no ser

Vivía junto al mar. Lo amaba, inmenso y tranquilo como no la tierra. Todas las noches antes de dormir se sumergía en él varios minutos. Cada vez resistía más. Un buen día la casa amaneció vacía y le dieron por perdido. Dicen que en el horizonte, bajo la luna llena, le han visto saltar junto a los delfines.

MEMORIA

Los dos tumbados en nuestro sofá mirando la televisión. Mirando.
Yo estoy a tu lado, casi encima de ti, con mi cabeza recostada en tu hombro. Tu hombro, siempre ofreciéndose a mi cabeza.
Mi mano acaricia tu brazo por debajo de la manga de la camiseta, recreándose.
Tus brazos me rodean. Tus brazos, siempre ofreciéndose a rodearme.
Miro tu perfil, tu gracioso perfil, me enternezco, sonrío, me acurruco aún más, y vuelvo a mirar el televisor. A mirar.
Nuestras piernas están entrelazadas.
No se si esto llegó a ocurrir, si quiero que ocurra, o es tan solo una ficción en mi memoria.
Mi memoria...

SUTIL SONRISA

Mientras hablaba con él, se dejó caer de espaldas en la cama, semidesnuda, con el móvil en su oreja derecha. La voz comenzó a sonar lejana y absurda, y ella solo pensaba en ti mientras hablaba con él. Se abandonó a tu creciente presencia, el aire se volvía más dulce por momentos, las sábanas más suaves y la habitación más roja; la voz casi desapareció incluso antes de colgar el teléfono.
Ella se quedó durante unos segundos mirando al techo con una sutil sonrisa de satisfacción en los labios, en realidad, todo su cuerpo sonrió.

Instantánea de una vida

Mi cara estaba rígida. No notaba mi respiración y sentí una frialdaz en mi reflejo. ¿Cuándo comenzó todo? Lo ignoro. Tal vez, cuando mi jornada alcanzó la mitad del día. O quizá cuando hipotequé mi vida a un sueño.

En casa, ocupé un lugar fijo. Ya no estaba en las sobremesas, ni fregaba, ni duchaba a los niños. Había una frontera entre mi marido y yo. Como si un cristal nos hubiera traspasado.

Sentí un flash que me deslumbró. Su impacto de luces me dejó ciega. Invidente para sentir, para descubrir, para acariciar.

Sin ser consciente, me había convertido en un portarretratos fijo en un mueble del cuarto de estar de casa.

UN INSTANTE DE ILUMINACIÓN

Aquello fue obra de un rayo de luz. Uno de esos rayos de luz que irrumpen de entre las tormentosas nubes que ensombrecen nuestra mente, iluminándolo todo. Y bastó ese instante de claridad para que todo me fuera revelado. Para que todo se inundara de luz.
Me preguntaba por qué no se me había ocurrido hasta ese momento. Ahora todo se me antojaba claro y sencillo. Incluso el más difícil de los problemas parece de lo más simple una vez que se conoce la solución. Un soplo de esperanza me embragaba. Daba igual qué hubiera hecho. Daba igual porque todo se podía arreglar. La razón es sencilla: no hay nada que no se pueda arreglar pidiendo perdón.

UN DESESPERANTE DESEO

Dar vueltas sin saber qué hacer. Recorrer hasta el hastío el mismo camino circular que lleva al punto de partida una y otra vez. Despreciar todo cuanto hay alrededor, como si fuera el aburrimiento el que hablara por ti y prefiriera no sucumbir. Desesperar al pensar que en cualquier otro lado y tiempo se estaría mejor. Anhelar que el tiempo pase, observando con pesadumbre que los minutos no tienen prisa por ello. No tener conciencia alguna de las delicias del pasado ni menos aún intención de disfrutar el presente. Pues lo único que ocupa la mente es el imaginario y vano futuro. Sin duda alguna lo peor que hay en el mundo es desear que pase el tiempo.

Tiempos de luna nueva

La soledad toca a mi puerta y al abrirla, me encuentra desnudo y lleno de heridas por el cuerpo. Al verme, su mirada entristece y cruza la puerta sin haber escuchado bienvenida. Aunque, quién soy para negarle paso a ella. Entonces, la descubro hermosa limpiando su cuerpo de la impureza de la esencia y quedándose sin ropa, me toma de la mano.
Con la sutileza de una mujer y madre me acuesta boca abajo mientras se acomoda junto a mí. Siento sus tibias manos tocando mi espalda explorando las heridas, adentrándose en ellas. Para el ajeno, se muestra el encuentro de un soldado de Cesar junto a su mujer, para mí, soy solo yo tratando de curar tu lejanía.

LAS NOTICIAS

El político se quedó con nuestros impuestos. Adquiera hoy las nuevas gafas contra radiación solar. El clérigo confesó haberse aprovechado de sus jóvenes monaguillos. Marte es la nueva Tierra, reserve su cubículo hoy mismo. La factoría cerró y mil familias perdieron su única fuente de ingresos. Dese un respiro con aire embotellado de primera calidad. La guerra desgarró otra nación en nombre de altos ideales y bajos intereses. Sea el orgulloso propietario de un libro de imitación de papel. Un niño muere de inanición cada cuatro minutos. Beba Megacola. La violencia de género segó otra vida. Nueva fórmula exfoliante anti-radiación. Cuando apagué la pantalla y noté un profundo vacio y quise llorar. Volví a encenderla.

AMOR INCANDESCENTE

Ya diviso a quién mi ser inflama, danzando en la noche con sus curvas de infarto. Me regala una sonrisa, invitadora, y mi ser se torna llama. Picara me hace un guiño. El deseo se torna oriflama. Un beso me lanza entonces y ya resistir no puedo. Salgo presto a la zaga. Ella me evita. Mi pasión apaga. Traviesa se deja coger al punto y yo la beso con ternura hasta hacer una nuestras almas. -No me dejes- le suplico. Ella me da la espalda, se zafa de mi abrazo y se aleja. Yo la persigo resignado en esta milenaria carrera. Bien vale girar mil años si al final puedo compartir otro eclipse con ella.

LIBRE, CANELA Y TUERTO

Era un perro sin amo, no atendía a nombre alguno y acostumbrado a patadas, andaba siempre solo.
Una pedrada infantil le vació un ojo pero con el bueno ponía imagen a los olores. Merodeando las basuras.
Tumbado a la sombra en verano, buscando el sol en invierno.
Una mañana le atrajo un silbido, corrió tras él, siguiendo las notas que iban brincando en el aire. Cuando cesó la cancioncilla, se detuvo, levantó la cabeza y noto en el hocico, por primera vez, una caricia.
Jamás se separaron, el perro vagabundo y el hombre nómada, iniciaron sus andares compartiendo sombras.

YO YA NO SOY TU YA NO ERES

Desperté, me mire en tus chispeantes y perdidos OJOS, mis MANOS comenzaron a tener otra vida, eran dos viejos duendes, cansados y arrugados pero muy calidos y delicados. Esas criaturas que tanto han escrito, dibujado, señalado, ayudado día a día a ser lo que YO ya NO soy.
Mis duendes además de hacer todas esas cosas por mí , te ayudan cuando TU lo necesitas o me lo piden tus OJOS, acompañan mi voz cuando te hablo, te alimentan , calman tu dolor cuando te acaricio, sientes su calor haciendo que TU ya NO seas.
Estos duendecillos que siempre me acompañan siguen siendo seres maravillosos para mí y para ti.
En los momentos de alegría, tristeza, rabia, dolor acompañan nuestro NO camino.

"DESPEDIDA"

Solo, cabizbajo, con la mirada perdida, no le pesan los años, sino la rabia contenida.

Al otro lado del cristal, la muerte inquisitiva, le esboza una sonrisa; traidora y caprichosa

le venda los ojos con una caricia, le engaña, seduciéndole con su dulce melodía.



Se esconde en cada esquina, acechando cobarde, esperando un débil latido, para abrigarle

con su fúnebre manto negro.



Flaquean sus fuerzas, el alma siente herida. Se acerca irremediable la despedida...



¡¡Maldita!!. Me niego a nombrarte, aún sabiéndome tu víctima. ¡Cuánta tristeza se alberga en

mi corazón!. ¡Cuánta amargura que no encuentra salida!. ¡Qué sinrazón!. Lágrimas que afloran

de pena, desesperanza y congoja, por no encontrar un sentido a tanto sufrimiento.



Se torna irrespirable la despedida...

La marioneta,

Tras el accidente estrepitoso y fatal, la marioneta, que yacía inerte en mitad del asfalto, abrió los ojos y empezó a incorporarse con gran lentitud. Ya erguida, aunque en precario equilibrio, avanzó unos metros por la carretera, sorteando cadáveres, hasta alcanzar la mano muerta de su dueño, donde entrelazó cuidadosamente sus hilos de nylon. Acto seguido, cayó desvencijada al suelo, cerrando los ojos para siempre.

HAMBRE

Ocurrió justo en el momento en el que el jefe se marcha y tienes que cerrar tú la librería.

Oí el suave roce de sus pasos; me giré para encontrármela: descalza, harapienta y desaliñada. Su voz, en cambio, era límpida y clara:

-¿Me das un libro?

Oh, aquellos ojos. Continuó:

- Tengo hambre y necesito saciarla.

Con aquel aspecto, escuchar esas palabras generaba un curioso contraste.

-El libro me ayudará a recordar y me sentiré fuerte para trabajar. Así alimentaré a otros.

Me noté llorando cuando cogí una guía de Londres y se lo tendí, hechizado.

Sonrió, arrancó un buen puñado de páginas y se las metió en la boca, masticándolas con fruición. Cuando terminó de tragar, su aspecto era el de una princesa.

-Gracias.

Y dando media vuelta, se fundió con los estantes del fondo de la tienda.

No estoy seguro, pero creo que tuve delante a…

A la mismísima Cultura.

STOP

Cerca del medio día el calor comenzaba a ser insoportable, con 38, 4 grados centígrados a la sombra. Esteban jugaba a la sombra de un árbol con un par de bichos; los inmovilizaba al sol viendo cómo la sombra del árbol se acercaba poco a poco a los insectos y se imaginaba el alivio que sentían cuando la sombra los cubría. En el enésimo intento el pequeño se quedó inmóvil y silencioso un par de minutos. Su mirada se clavó al suelo. Corrió hasta su casa y se los dijo a sus padres.
- ¡Mamá, papá! Las sombras nos se mueven… las sombras no se mueven…

AL ATARDECER

- Adiós... te amo. – le dijo Alejandra, cerrando la puerta lentamente mientras el arrebol de la tarde comenzaba a teñir la habitación.
Esas palabras de despedida se repitieron en su mente incansablemente hasta el final. Antes de cerrar los ojos Andrea comprendió el profundo significado de aquellas, aunque cuando se dio cuenta de ello, ya era demasiado tarde. La sangre llegaba más allá del ventanal y su último suspiro fue acompañado por una solitaria lágrima que cayó en su mano.
A unas cuantas cuadras, aún con la daga oculta en su morral, llorando en silencio, Alejandra tomaba el tren hacia una ciudad desconocida.

TIEMPOS DE ESTADISTICAS

Un sol de justicia. Una sombrilla que me cobijaba junto a una vieja mesa decorada con un paquete de cigarrillos, una botella de whisky barato, un buen libro y una libretita. Estaba estratégicamente colocado a la entrada del pueblo. La única. Desde allí divisaba las cuatro casas que lo conformaban y el único bar. Cuando muy de tanto en tanto llegaba un vehiculo foraneo, seguía visualmente su trayecto. Si se detenía, sólo tenía que anotar cuantos viajeros descendían. Más fácil era aún con los caminantes. Estamos en Agosto y ya llevo 352. Soy, como no, contador de turistas.

TIEMPOS DE ESTADISTICAS

Un sol de justicia. Una sombrilla que me cobijaba junto a una vieja mesa decorada con un paquete de cigarrillos, una botella de whisky barato, un buen libro y una libretita. Estaba estratégicamente colocado a la entrada del pueblo. La única. Desde allí divisaba las cuatro casas que lo conformaban y el único bar. Cuando muy de tanto en tanto llegaba un vehiculo foraneo, seguía visualmente su trayecto. Si se detenía, sólo tenía que anotar cuantos viajeros descendían. Más fácil era aún con los caminantes. Estamos en Agosto y ya llevo 352. Soy, como no, contador de turistas.

Soltar amarras

Llegó al puerto un día de tormenta, no naufrago revolcado por agua y arena sino barco llegado a resguardo antes que el temporal rompiera sus mástiles. Se instaló sereno, capaz de guardar los secretos que sus ojos ciegos habían visto y se sentó en silencio a hacer hamacas, barcazas de hilo para escurrir sueños frescos y que vendía en el mismo puerto por el irrisorio costo de un pez, un puño de sal, un vaso de agua y una historia. Metía su ganancia en las bodegas de su nave de velas como nubes, al término de tres lunas estaba listo para soltar amarras hacia mundos distantes y soñar dragones navegando en un mar de sueños restituyendo al mar su esencia.

EN LA LINEA MEDIA

Avancé decidida hasta ese punto donde el instinto de conservación nos detiene.
Frené justo a tiempo. Cerré los ojos. Sentí como el vértigo azota con fuerza en la línea media. Un silencio blanco, infinito, vistió el momento.
Como en una neblina me vi correr contra el viento, contra el tiempo y sus miserias. Debía regresar a la orilla, me esperaban. Abrí los ojos. La escena empezó a recobrar sonido.
El viento de jaloque me golpeó la cara. Lo sentí recorrer mi cuerpo semidesnudo. Resultó agradable incluso en aquellas circunstancias. Dejé que la corriente eólica procedente del sureste me invadiese por unos instantes. Socorristas y equipo médico permanecían a mi lado sobre la arena. Sonreí, ellos también.

Crucigramas

“Chaval, a ver si sabes ésta: Disposición anticipada, once
letras”. No sé si me molestaba más que me llamase así o que me
considerara una especie de memorión de los crucigramas. Pruebe
con “providencia”, podría ser. “¡Bravo! Ya sabía yo que hacía
bien en contratarte.” No me extraña, puedo encontrar un
“expediente perdido”, atender al teléfono, organizar la agenda,
servir de coartada nocturna (“chitón”) y, encima, ayudarle a
resolver los crucigramas. Pensaba que tendría un futuro plácido,
ascendiendo en el bufete hasta que otro me resolviera a mí los
crucigramas. Tan ensimismado estaba que cuando el jefe me
reunió en su despacho y me habló de la crisis, yo le contesté
“pruebe con ruina o con vicisitud, son sinónimos”.

MÁS QUE UN DESEO

Estoy preparando la maleta, libros, pasajes. Casi no atino… los nervios. Me acostaré pronto aunque no sé si dormiré. Doce de la noche. Quince años encerrada en esta ciudad. Tomo café a pequeños sorbos. Cierro los ojos. Tengo tantas ganas de mar que puedo sentirlo, verlo, olerlo, pisar la arena y el agua bañando mis tobillos .La brisa me hunde en un sopor tan agradable como insoportable. Respiro profundamente.
Me duele la cabeza. Estoy confusa, no veo mi equipaje, creo que perdí el avión. Miro el reloj, doce de la mañana. Suena el teléfono con insistencia. Descuelgo. Una voz chillona pregunta si me pasa algo y por qué no fui a trabajar. Aún estoy aturdida… Ha sido un sueño.

El viaje de vuelta

Ella miraba un paisaje anodino y él conducía; si no sonase la música, los pensamientos se oirían por sobre el ruido del motor.
Ese fin de semana en la montaña había fracasado otro intento de reconducir su vida en común; los lazos que los unían sucumbían ante el hastío y los reproches compartidos.
Uno de los dos diría, antes de llegar a casa, que debían separarse; el otro asentiría aliviado de no tener que proponerlo.
Uno de los dos recordaría antes de ese punto y aparte, que treinta años atrás, en otra carretera, pararon el coche en un desvío lateral, se internaron en un campo de trigo e hicieron el amor sobre un improvisado colchón de espigas doradas.
FIN

Compañeros de escuela

En una fiesta invité a bailar a una chica preciosa y me rechazó.
-Fuimos compañeros de escuela y no bailas conmigo- mentí, molesto.
-¿En que curso?
-Primero y segundo, recuerdo el día que te cagaste encima- dije vengativo y me aparté prudentemente.
-¿Como te llamas?- se acercó, bella y curiosa.
-Alberto- "un grosero sin clase", pensé- ¿Ahora me recuerdas?
-No, pero igual bailemos- dijo divertida.
Susurré a su oído disparatadas anécdotas escolares acercándola hasta pegar nuestros cuerpos.
-Me gustan tus historias, pero promete no mentirme nunca más- me interrumpió riendo.
-Prometido pero, exactamente, ¿De qué mentiras hablamos?
Me besó dulce y largamente para callarme. Todavía no sé si tuvo aquel percance digestivo escolar, yo sí, dos veces, es un clásico.

FIN

SIEMPRE DESPERTAR

Cada mañana inventaba el amanecer. Cada noche descubría, como una creación propia, las estrellas y su mágica luz. El proceso comenzó para Zenón en un despertar en el que las figuras y las sombras se apartaron de sus sueños. Nunca ya mas lo supo, pero había perdido la memoria, y en el resto de sus días, en un viaje sin retorno, la nave de su vida imaginaba surcos sobre el nuevo hielo blanco de los sentidos.

EL TAMAÑO DEL MUNDO

Zamaleón llego a casa, encontró la puerta abierta, ningún resto de vida pasada en su interior. Fue o era su casa -ya no sabia, dudaba de sus recuerdos-. Encontró en la pared, escrito con cal viva, una frase que lo desconcertó: “El tamaño del mundo tiene la medida de tu paso, de tu fuerza y de tu voluntad”. Nunca se repuso ni encontró la unión entre los dos sucesos, la ausencia de su pasado y el desconcierto de su futuro. Lo atribuyó a la negligencia de lo temporal. Indefinidamente exploró en la medida que todo lo relaciona.

LA ESENCIA

El escritor, hombre metódico donde los haya, ha elegido el tema y la historia con qué ilustrarlo. En alud, apenas reclamadas, las palabras acuden en su ayuda. Con breves pinceladas nos sitúa en el escenario de los hechos, desvela el carácter de los personajes, haciéndonos copartícipes de sus motivos y como colofón, en un alarde de ingenio, nos sorprende con un final inesperado.

Insatisfecho y fiel a esa búsqueda de la esencia en la que se ha convertido en los últimos años su arte purga el relato de toda palabra innecesaria. Juez implacable tacha y tacha en cada revisión. Al concluir su tarea se queda atónito ante el resultado al toparse de nuevo con la página en blanco.

En el horizonte

El sol estival desciende lentamente en el horizonte mientras tiñe el tranquilo mar de reflejos plateados. Una suave brisa en la playa eleva a las gaviotas, que entonan cánticos de regreso a su isla y anuncian que pronto , la noche extenderá su negro manto e invitará a la luna y a las estrellas a bañarse en el plácido mar y éste, complacido de su compañía, le susurra nanas con el rumor de sus olas.
Juntos duermen hasta que al llegar el alba , un cielo anaranjado les empuja en el horizonte anunciando la vuelta del sol , de la luz, y él sube alto, mas alto, para luego descender lentamente, en el horizonte ….

LA CENA

Apartó el plato con los escasos restos de comida, deleitándose al rememorar la catarata sensorial que acababa de disfrutar: la líquida suavidad de la sopa de marisco, la rotunda sabrosura del pollo guisado con guarnición, la quemadura del vino tinto deslizándose por la garganta, la ácida frescura del helado de limón… Sin duda, una de las mejores cenas de su vida. Lástima que fuera la última. El guardia retiró la bandeja conminándole a que se preparara: restaba apenas una hora para la ejecución.

lunes, 12 de abril de 2010

Sobre la mesilla de noche

Reinaba el silencio en la sala de espera. Aunque alguno era nuevo, la mayoría ya se conocían, pues habían compartido muchas horas en aquella sala silenciosa.
A simple vista, eran muy diferentes, pero en el fondo, todos estaban allí por el mismo motivo: tenían una historia que contar y eso les hacía esperar pacientemente, en aquella sala, la llegada de alguien que estuviese dispuesto a escucharles.
Justo en el momento, en que uno de los más viejos, estaba a punto de perder la esperanza, apareciste tú y le rescataste de aquella estantería donde permanecía olvidado, le dejaste descansar durante unos días sobre tu mesilla de noche, entonces le miraste a los ojos y le leíste por dentro.

La intención

El escarabajo subía por la piel lustrosa del cadáver embalsamado de Lenin. Daba tres pisadas y caía de espalda en la alfombra. Sus pasos contados en cada intento hubiesen podido traspasar el Cáucaso, y bañarse en las aguas del mar Negro y las del Mar Carpio, desde el momento que inició su empecinada tarea de cruzar el cadáver, hasta su propia muerte.

El libro

Abrió el libro como aquel que no entiende de magia, para tocar unas páginas que tan sólo eran hojas extrañas. Cuando sus ojos se acomodaron en aquella tinta negra, empezó a entender que sus letras no eran las de otro libro más, sino que tenían alma; así lo hubiera definido él mismo. Dejó de pasar sus páginas para acariciarlas, dejó de sostenerlo para acunarlo, dejó de leerlo para sumergirse en sus historias. Cómplices en un escenario de ternura, pero también de lamentos. Sonrió y lloró con él. No había duda, alguien había escrito la historia de su vida. Entre lágrimas, lo lanzó al mar. La última página la escribiría él.

Me enfrento a páginas vacías

Me enfrento a páginas vacías… a su encanto… a su inmaculado tacto… llenando con trazos de tinta negruzca su brillante esplendor. Me duele el pecho… pero ya he empezado, ya he roto su pureza. Tiembla mi pulso y se acelera mi corazón.
Paro, me detengo.
No escribo.
Ciño infinitas opciones en mi cabeza para expresar esta pena: ¿tal vez una canción? ¿O una monserga? Me pregunto… ¿Cómo mantendrán mis tontas palabras tu atención? Quiero que leas hasta la última palabra, extasiado, frenético… quiero transmitirte mi locura, mis gritos callados… quiero que lee en voz baja mis lamentos, que te llegue su estruendo...
¡Silencio!
Guarda silencio como yo he hecho hasta ahora.
Traga saliva. Contén el llanto. Ahógate en sollozos…

La flor de loto

Desde la nube donde vivía contemplaba fascinado lo que conformaba la naturaleza. Lo que más admiraba era tal variedad de flores y cuando quería, viajaba en menos de dos segundos desde Canadá a la India para deleitarse observando una bella flor de loto.

Esa noche se encontraba bastante cansado y se quedó dormido pronto. De repente, lo despertó un enorme estrépito. Lloró hasta cubrir a todos con sus lágrimas mientras contemplaba atónito cómo todos los bosques y valles se destruían, cómo a la capa de ozono se le rasgaban las entrañas.

Observó el cielo azul, sereno. Al despertar del horrible sueño de destrucción en el que había estado inmerso, sonrió creando en el cielo un arco iris de colores en honor al color de las flores que tanto adoraba.

Tomás

El día que Tomás no nació, nació un árbol. Y al árbol le nacieron flores y después frutos. Y en las ramas, dentro de un nido, nacieron pajaritos. El único que no nació fue Tomás. Y la vida siguió alegre. Para todos. También para sus padres.

Tomás nunca existió, ni siquiera antes de no nacer. Su madre le vio en sueños y su padre, en algún momento, también le llegó a pensar. Sin embargo eso no es suficiente para nacer. Tomás solo fue la idea de algo que no debía existir, y por eso, a pesar de que pudo haber nacido, no lo hizo. ¿Quién quiere nacer cuando no tiene sentido?

viernes, 9 de abril de 2010

El escritor de microrrelatos

El escritor de microrrelatos, tras más de dos horas intentando pergeñar un buen texto, sin conseguirlo, cerró el cuaderno y decidió que se iría de vacaciones al Mar Menor. Allí, inspirado por el sol y la arena, seguiría escribiendo la aventura de su vida. Claro que sí.

FASES

Un rumor de alas y picos pasó zumbando por un oscuro callejón. La Muerte llegó meditabunda al bar de la esquina. Con una parsimoniosa lentitud se sentó en un desgastado taburete. Alzó la cabeza y pidió una cerveza. “Otra mujer hermosa…” pensó mientras recordaba a la última víctima de su agonizante jornada. Encendió un cigarrillo y aspiró el humo…cerró los ojos. Sin duda alguna disfrutaba del momento. En ese preciso instante el camarero sacó una jarra y vertió en ella el espumoso líquido. Los dedos corrompidos del andrajoso ser se cerraron en torno a la jarra. La defunción personificada tragó incesantemente el turbio contenido. Tras hacer esto, la Muerte susurró:
-Esto…sí que es vida.

EL ABRAZO DE MORFEO

Los ojos se me vuelven a cerrar. Aunque no lo noto, los párpados me pesan más de lo normal. Lucho contra mí mismo para mantenerlos abiertos. Es un querer y no poder, aunque parece que poco a poco vuelvo a dominar la situación. Consigo seguir despejado durante unos segundos, el tiempo suficiente para leer las últimas líneas. Lo conseguí. Pero antes de saborear mi triunfo, caigo exhausto en los brazos de Morfeo.

QUIZÁS

Quizás un amor olvidado, tal vez una pasión por relegar…, el corazón y la razón en continuo conflicto…
“Aunque obligados están a entenderse
la posibilidad de acuerdo se disipa
en lucha dispar y enardecida,
nunca llegarán a someterse”
Quizás una ilusión que amanece, tal vez un sentimiento no correspondido…
“No hay límite en el horizonte
ni límite en el querer,
no se ama lo que no se tiene
pero sí aquello que está por nacer”
Quizás un corazón por abrazar, siempre una razón para soñar…

El monstruo en el laberinto

Al oír a su padre abrir la puerta las hermanas se levantaban y desaparecían mientras Parsifae dejaba lo que estaba leyendo y se sentaba recta, esperando.
Aun recuerdo los ojos tristes de Ariadna cuando no supe ayudarla y la dejé sola, la mano extendida implorando que sujetara el hilo que la mantenía cuerda. Tampoco nos atrevimos entonces a mirarnos a los ojos y confesarnos lo que todos sabíamos mientras se alejaba cabizbaja, tambaleándose bajo el peso de la luna.
Cuando el monstruo borracho mató a su madre sus ojos me miraron por última vez antes de que los cegara el alcohol con el que intenta en vano olvidar que fue mortal y que yo, Teseo, no quise matar al Minotauro.

La sordera de Beethoven

A Beethoven no le vino mal del todo su sordera exterior; así podía oír mejor la música silenciosa que sonaba en su interior, cuyos compases veía además en la imaginación como las huellas que van dejando los pies desnudos sobre la arena de la playa, unas más hondas que otras, más largas, más cortas, más completas... Sólo tenía que hacer lo mismo con sus dedos sobre la dentadura impecable del piano.

HOGAR MODERNO

Me llamo David Morales Policarpo y estoy convencido de que mi tostadora lee a Asimov. Desde su pantalla led me envía mensajes todas las mañanas: “La tostada está lista”, “Añadir mermelada light” o “Llegas tarde a la oficina”. Hoy dice: “En la Fortaleza de la Soledad hay que resistir”. Tecleo en Google “Fortaleza de la Soledad” y averiguo que es la casita de hielo de Superman.
¿Está mi tostadora sola? ¿Qué tiene que resistir? ¿Tendrá frío?. Termino mi desayuno y me marcho al trabajo. Apago la luz de la cocina y al hacerlo, creo percibir que la tostadora centellea con sus luces verdes.

CULPA

CULPA


No miró atrás. Dejó que sus piernas guiaran a sus pies. Nadie le había visto. Nadie le seguía. Nada impediría su huída. Nunca volvería. Dicen que los asesinos siempre vuelven al lugar del crimen. Él no lo haría. No era un asesino, había sido un accidente, un terrible accidente. Regresaría a su casa, besaría a su esposa y seguiría con su vida.

Los periódicos matinales no hablaban de otra cosa: “Atropello mortal en el parque. Prostituta fallece desangrada. El autor se da a la fuga”.

Pero él nunca leyó aquella noticia. Ni tampoco la que publicaron al día siguiente: “Un hombre aparece ahorcado en su garaje. Sus vecinos declaran: - Era un hombre normal, trabajador y amante de su familia… -

BATERÍA ÍNTIMO

Ese tic tac que escuchamos hace rato, me está matando. Intento ponerle contratiempos, redobles o tercetos, pero es demasiado rápido. El tema lo ensayé a un ritmo más lento, pero entonces no camina. Tenemos que grabarlo y no me encuentro.
Concentrado en los cascos dejé que las baquetas siguieran su impulso. Había conseguido relajarme. Al aislarme pude con la canción, las firmas, el éxito y la lluvia de conciertos.
En el garaje, encauzando los problemas a base de aporrear la batería, la pila del mp3 se consumió justo en uno de los solos para recordarme que tenía que ir a trabajar. Otro día seré una estrella.

Afuera despunta el día

Afuera despunta el día. Del cielo cubierto de gris caen sin cesar gotas y gotas.
Llueve fuerte afuera y el viento helado golpea a los atrevidos que caminan rápido, bajo la endeble protección de sus paraguas, mojándose con las gotas que consiguen burlar su escudo.
Los coches forman olas cuando ruedan por encima de los charcos que constantemente la lluvia va creando. Y las casas parecen llorar, con el agua deslizándose por sus fachadas, formando lágrimas de lluvia y polvo.
Sobre todos ellos cae el agua incesante, como si no pudiera hacer otra cosa que caer y empaparlo todo, inexorablemente.

Aquí dentro no hay lluvia, ni frío. Lo único mojado son nuestros labios; nuestros dos cuerpos entrelazados buscan juntos el calor.

PROFONDO

Y entonces, cuando descubrió que el fondo del mar era el fiel reflejo del pasado primitivo y polícromo de su propia alma –luminosa y plagada de algas que se dejan acariciar por los recuerdos-, dejó de preguntarse por qué su cuerpo estaba llenito de escamas y por qué sus branquias eran los intersticios entre el agua y la sangre.

EL PINTOR AFICIONADO

Un pintor aficionado viajo al Sur con su maleta de óleos y su nevera portátil. Apostó su caballete en la arena y examinó sus colores, pero eran demasiados y la gama de sus pinturas demasiado pequeña. Decidió entonces pintar los cuerpos de los bañistas, pero su monotonía era de ruleta de juego: los morenos al negro y los rubios al bermejo. Avistó una vela tricolor, gualda, naraja y violeta, pero para cuando consiguió traducir los azules del mar a la tela, el surfista había volado y se escondía del cuadro tras la marea. Desistiendo, el pintor guardó su paleta y se dio un baño; al salir del agua el lienzo apareció teñido de turquesa.

Ni más ni menos

Hoy me he parado a pensar en qué pasaría si un día dejara de echarte de menos. Echarte de más no es malo, ¿no?

ARDENTIS

Rodeado por un bellísimo humo me encontraba perdido en la oscuridad frívola de un pub, embargado por la caprichosa melodía no la vi entrar, la suerte me encontró desprevenido, pero ella me busco con el azul inmenso de sus ojos. Me vio, la vi, por un instante creí que el ardor de mi pequeño cuerpo haría estallar el fuego de mis entrañas, pero permanecí indiferente, ausente, deseando, solo deseando la leve caricia de sus larguísimos dedos de pianista, ¿quién si no iba a conocer mejor que yo sus manos? , me tomo entre ellas y jugueteó conmigo un ratito, agradecido por su dulzura prendí su cigarrillo con las fogosas llamaradas que brotaron de mi corazón y…volví a ser feliz.

LAS MANOS

Primero dijeron que le asesiné por un afán puramente económico, pero no le faltaba nada de valor, ni mi nombre aparecía tampoco en su testamento. Luego aseguraron que actué movido por los celos pero, ni era verdad, ni había prueba alguna que lo sostuviese. Al final decidieron, casi arbitrariamente, que actué por un burdo ajuste de cuentas, lo cual no tenía sentido alguno, pero necesitaban un móvil que justificara mi confesión.
A nadie le conté jamás por qué le asesiné de forma tan cruel. A nadie confesé nunca que le corté las manos, provocando así su posterior muerte al desangrarse lentamente, simplemente porque me fascinaba su manera de tocar el piano.

Metamorfosis invertida

Estoy acabando el libro y tengo un problema...
nadie se ha presentado para el experimento

Pero, ¿qué esperabas?

A todos les da asco convertirse en humanos.

(MariluzGH)

En la calle

¡Espere! ¡No se vaya! Esa voz, es ella, una voz distante y triste desde el pasado. Una voz, un recuerdo lejano que nunca dijo nunca te olvidare. Un instante, mudo, de palabras. Palabras, etéreas palabras que se pierden en un instante; el mar, arena, luna, una mirada, viento salino, alcohol, pausados alientos consumados, una lenta conversación, paseo, nadie, risas perpetuas, silenciosas, dos sombras, lánguidas, orilla, reflejos retraídos, nada, dos cuerpos, temblorosos y granulados, susurros, palabras, siempre te recordare, te querré. Una noche, eres una noche, que me llama, alejándose. Una voz, eterna, difusa, que retorna. ¿Qué hago? ¿Me giro? ¿Sigo? No, no es ella, aquí no. Estas cosas, siempre mueren. Me giro.
Perdone, se le ha caid…

Domingo en la ciudad

Deambulaba por la gran ciudad con la soltura del domingo. Despreocupado, me vi reflejado en un escaparate. Me sonreí. A mi lado (es decir, al lado de mi yo-prisionero del escaparate) ofertaban un mueble-bar a mitad de precio. Era muy correcto en sus proporciones y el barniz con que estaba cubierto le tostaba la madera y le daba aspecto de manzana caramelizada. Instantes después me giré, yo, tan irremisiblemente diminuto y en caída libre, y me lo habían robado todo. Se llevaron mi domingo y me dejaron desnudo ante mi semejante encarcelado, que pronto se desvaneció tras el mobiliario de ocasión.

IS IT THE END OR THE FINAL?

“No puede ser. Esto no puede acabar así. No me puede ocurrir a mí. Después de todo el esfuerzo, después de todas mis esperanzas, después de tanto camino recorrido.
Esperaba que siguiésemos más tiempo. No imaginaba que todo terminara de esta manera. Sabía que en algún momento llegaría el final, pero nunca pensé que fuera tan pronto y de manera tan repentina.
Pero…quizá no todo esté perdido, con un poco de energía positiva, vamos, por favor, sigamos, no tiremos todo por la borda… ¡Sí, es posible, seguimos adelante….!”
- ¡Goooool de España…..!

A UN MALTRATADOR

No entendía la tristeza de mamá, tampoco tus gritos.
Era un niño que se escondía cuando te oía gritar.
Con el tiempo dejé de asustarme, tú seguías gritando.
Mamá, cada vez más triste, se esforzaba por no hacerme partícipe.
Su silencio provocaba más gritos, ella seguía callada.
Un día, de los gritos pasaste a los insultos.
Otro día, a los golpes.
Tenía diez años cuando mamá recibió tu primer golpe.
Nunca he tenido más miedo, más rabia, le golpeaste con el puño cerrado. ´
No supe defenderla.
Ahora soy un hombre, los recuerdos me persiguen y el miedo a ser como tú, también.
Mamá recuperó su vida cuando te apartó de ella.

DE DONDE YO VENGO

Venía de un lugar donde no existía el bienestar. Corría cada mañana para hacer llegar a tiempo la harina necesaria para el pan. En su primer día en la ciudad corrió en paralelo a un hombre con atuendo deportivo. El chico le ofreció su ayuda e insistió en ir en su lugar al sitio donde estuviera yendo, para llevar o traer lo que el señor quisiera. Alterado, el hombre empujó al chico, haciéndole caer sobre la gravilla del parque. Una señora trató de explicarle que el hombre no iba a ningún sitio concreto, sino que simplemente corría. El chico no lo entendió, y dijo: “De donde yo vengo sólo corremos para llegar antes.”

JUAN

Los padres de Juan se encargaron durante todo el año de tomar buena nota de aquello que el pequeño quería. Según se acercaba el día de reyes acumulaban un buen montón de juguetes en el altillo. Aquel año ni siquiera les fue necesario leer la carta, pues estaban seguros de que lo tenían todo. Llegado el día, Juan se alzó temprano y comenzó a abrir los regalos. Sin terminar, el niño se levantó y anduvo hasta el sofá, para sentarse justo enfrente del televisor. Se estaban emitiendo unas imágenes de unos niños en un paupérrimo poblado mozambiqueño. El pequeño cruzó los brazos, frunció el ceño y dijo en tono triste: “nunca traen lo que yo les pido”.

Sorda sor

¿Qué hora es? ¿Es esta mi celda? Un traje de baño pende, húmedo, de una percha colgada de una lámpara. Sor Herminia y sor Piedad sollozan a los pies de esta cama que por lo visto es mi cama. Sol. Edificios a través del balcón. ¡Qué hermosa luz! Claro, esto es Benidorm y esta nuestra habitación. Vacaciones con las hermanas. ¿Y ese señor? ¿Qué hace un hombre en nuestra habitación? Lleva un maletín y de su cuello pende un estetoscopio. Me mira. Escribe algo en un papel y me lo acerca. Tiene muy mala letra. No puedo leerlo. Las hermanas me acercan las lentes. Lo leo: es usted epiléptica.

Suben, allá

Me acuerdo que aquella tarde pasamos las horas lentas recostados en el pasto mirando el cielo.
-Mira, esas nubes parecen dos personas- dijo ella, rompiendo un silencio de algodón y segundos después señalando. El movimiento hizo ondear sus rulos, remolinos de vapor húmedo.
-Nada que ver. - contesté por reflejo, aunque cuando miré detenidamente estuve de acuerdo. –Se mueven mucho como para ser personas.

-¿Lo qué?- increpó. -Estás loco, mira bien. Esas personas que están allá abajo tienen forma de nube- señaló, y sus remolinos de niebla flotaron como si fuesen rulos.
-Si tu dices…- contesté. –Para mí están demasiado quietas.
Y así pasamos el resto del día, recostados en el cielo y mirando el pasto allá a lo lejos.

Tablas

Para ella la cotidianeidad era un sinsentido. Una parodia absurda de la existencia. Una farsa. Un libreto preestablecido de acciones dramáticas, tragedia de rostros maquillados para fingir, bajo una escenografía frágil y dirigidos por alguna mano invisible. Una pantomima incoherente frente a un público malagradecido que apenas aplaude. Y un telón negro que espera inexorable.
Hasta que llegaba la hora de actuar. Llegaba temprano y luego de un rato de camerino con sus colegas repasaba sus líneas y se subía a las tablas. Desde el escenario, alejada de su entorno gris, ella, la actriz, era hada, bruja, o princesa, protagonista de aventuras mejores o peores pero siempre más interesantes.
Eso era la vida. Lo otro, una mera obra de teatro.

La casa

La casa, el color, el libro, el espejo... aquel olor penetrante, casi nauseabundo que envolvía la Carencia de Todo. La ausencia de cerraduras y su fácil acceso... demasiadas coincidencias sí. En el suelo sólo relucía aquella moneda de plata, extraña, fulgurante. Se asemejaba al óbolo. ¿Habría dejado Caronte de recibir la compensación por sus servicios?. El barquero de Hades era el encargado de traspasar a los difuntos el río de Aqueronte para llevarlas a su descanso eterno.
Aquella casa sin tiempo en el tiempo había sido la puerta de paso a otra realidad...

Dormía en la habitación contigua

Dormía en la habitación contigua, percibí el golpeteo como alas revoloteando dentro de una jaula. Sentí como chocaban contra las paredes, parecían provenir de grandes pájaros. No me atrevía a moverme.
Me vino a la memoria mis pesadillas de antaño, aquellas en las que una hermosa mujer se acercaba a mí en mis peores sueños, me envolvía con el sutil velo que la cubría e inmediatamente la paz volvía a mí. Intenté visualizarla para poder aislarme de la zozobra que empezaba a invadirme.
Mientras, el cuarto se inundaba de una niebla densa, relajante, soporífera. Sabía que ya nada podía hacer, más que abandonarme y soñar.

RATAS

Galopan los caballos, bello enjambre de saltos, explanada apaciguada por el agua, solo la lluvia y los caballos. Salpicaduras de los vientos que no cesan. Y no existen los caballos.
Llueve, crecen los ríos, desborda el agua la explanada, se ahogan los caballos. Y no son los ríos que nos llevan.
Chocan los gritos, guerra solitaria en el pensamiento, solo los gritos sin refugio, y el grito es otros gritos, los gritos que recuerdan la huida de los ríos sin caballos. Me despierto.

Los sueños tienen sus duras servidumbres. Y no son pocas vivir en una alcantarilla.