Otra noche más sin poder dormir por el miedo a soñar. En cuanto cerraba los ojos, tenía una y otra vez la misma pesadilla. Aparecían aquellos hombres, y se los llevaban a todos por la fuerza metidos dentro de sus camiones. Después, a su llegada, los ponían a todos en fila india, y entonces, comenzaba a sonar aquella maldita música clásica a todo volumen mientras de fondo se escuchaban gritos aterradores que parecían venir del principio de la cola.
Siempre se despertaba con el olor a sangre metido en la nariz.
Su madre le había dicho que contara ovejitas para dormir, pero es difícil conciliar el sueño cuando tú eres una de ellas, y vives junto al matadero municipal.
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