Marta: Eres único. Ven aquí. Pídemelo al oído.
Miguel: Claro, como quieras. ¿Estás lista?
Marta: Siempre.
Miguel se acercó muy despacio con el calor de su boca. Marta, dejándose ya arrollar por el fuego, iba resquebrajando el silencio.
Marta: Miguel.
Miguel: Dime.
Marta: Me estoy desvaneciendo. ¿Qué estás haciendo?
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