Lucía pulsó un botón y su nuevo juguete empezó a vibrar suave, difuminando notas de olor a látex recién estrenado. Se acomodó en la cama y decidió que había llegado el momento de probarlo. Pero sonó el móvil. Lucía se encontró con dos aparatos que vibraban en las manos. Los miró y decidió apagarlos. Fin de semana en un Londres para corazones despistados, que era como ella sentía el suyo. Se deslizó en unos vaqueros bien ajustados y se dispuso a devorar todo lo que encontrase en el buffet. ¿Por qué sentía esa necesidad de comer tanto en los hoteles? Pero no logró desayunar aquella mañana. Su nuevo juguete, no dejaba de vibrar encima de la cama.
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