Desde que Belén se fue, reiterados y
sombríos abriles añoré regresar, para interactuar con hechos que habían sido y
no serían más. O que jamás fueron en realidad, si eran reescritos por mi
empresa ilusoria.
Pero cuando resueltamente, a través
de sueños y delirios, arribé a los tiempos añejos, entendí que el destino no
puede eludirse. Si era redimida de los jirones de fuego, el futuro se alteraría.
Entonces, con ella a salvo de las brasas ardientes y mi atajo hacia los
dobleces del presente, ¿Qué me inducía bosquejar la epopeya hacia el pasado para
rescatarla, si ya estaría viva gracias al viaje redentor?
Y al no emprender el regreso, nuevamente perdería (y perdí) a
mi niña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario