Voy tecleando letra a letra este relato mientras veo cómo cada una de ellas aparece en la pantalla del ordenador, y se, porque una voz me lo ha dicho, que cuando acabe de escribir acabaré yo mismo, caeré fulminado, y ni por esas soy capaz de parar de escribir. Se que será mi último escrito, mi testamento literario. Se que después de esto ya no podré decir más, así que tendré que abreviar y condensar mi último mensaje, dado que el límite son ciento veinte palabras y ya llevo noventa y dos. Otra voz me dice ahora que pare, que no sea insensato... pero si le hago caso habré terminado de escribir y el final se precipitará. Pues termino ya.
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