En las últimas semanas de su vida, todas las edades
que el viejo muy viejo llevaba en sus entretelas salieron a la superficie. El
nieto adolescente, mientras contemplaba enternecido a su abuelo, comprendió que
nada se pierde, ni lo malo ni lo bueno; guiado por el ejemplo del viejo muy
viejo, el joven se propuso a partir de ese día meter dentro de él lo que,
cuando en el futuro lejano emergiera al exterior, despertara al menos la
ternura de su nieto adolescente.
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