domingo, 14 de febrero de 2010
El flan
Carlos contemplaba las montañas deseando que llegara el sábado. Su padre le llevaría a escalar el lado derecho del macizo. Era el más abrupto y el más peligroso. Aunque ya tenía trece años y no iría al “flan” como quería su madre. Le mareaba ir en coche hasta la cima pero bajar por aquella pared rocosa era lo único que soñaba. Carlos odiaba aquel pueblo de casas de piedra y tejados de pizarra. El colegio a quince kilómetros y a Efren. Su compañero de clase era un acosador; cuyo máximo entretenimiento consistía en someterle a insultos, vejaciones y burlas. Carlos sólo quería demostrarle que él era un hombre descendiendo aquella cima, algo que aquel cretino no llegaría a realizar nunca.
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