Se acercó la taza a los labios y el té los tiñó de ámbar.
La chica seguía allí, sonriente, los brazos en jarras, los ojos clavados en él.
—¿Qué le parece mi propuesta? —preguntó ella.
El hombre comenzó a hurgar en su cartera, sacó al cabo un billete de cinco euros que depositó sobre la mesa junto a la nota de su consumición.
— Acepto ─dijo no muy convencido─. Vámonos.
La muchacha le susurró algo al oído a la vez que le tomaba del brazo.
—¿Y por un notable qué me haces? —preguntó él y la respuesta de su alumna
se perdió entre las notas de un cumpleaños-feliz que llegaban desde una mesa cercana.
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