Llueve. Mi dedo acaricia el cristal y deseo salir.
Sin paraguas, me quito las botas para pisar los charcos. El pelo chorrea. Las gotas penetran en mi piel, que se vuelve fría, húmeda, viscosa.
Ante mí, una fuente acribillada por húmedos balazos. Un salto. El agua está fría pero me gusta. No tengo miedo a la humedad. Al revés: la necesito. Respiro por cada poro de mi cuerpo ya desnudo.
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No sé el tiempo que llevo aquí. Cada día nado mejor. Ya sé croar. Escupo a los niños y asusto a las niñas. Tengo novia cuando deseo. Sin metamorfosis, soy el rey de la charca. Todo el mundo se aparta ante mí.
Ahora soy el hombre rana.
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