Miraba fijamente, obligándose a no pensar en nada más: Que el objetivo estuviera encuadrado en la intersección de las líneas vertical y horizontal.
Mientras lo hacía divagaba hacia la vida del “objetivo”. Se trataba de la vida de una persona... Se obligó a pensar en las órdenes. Debía obedecerlas
Pero subversivamente, su cerebro comenzó a cuestionarlas. Lo que iba a realizar era algo de lo que nadie decente podía sentirse orgulloso.
Con cautela, mecánicamente, sus extremidades obedecían los mandatos de unas neuronas autónomas. Se alejó de su atalaya y apagó la cámara.
Caminaba pensando como sería su vida a partir de ahora, esto sería una mancha en su historial.
No volvería a trabajar en la prensa del corazón.
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