No quedaban horas. Sólo vida, y azul, y muerte.
Sólo pan en el armario y sueños por las calles estrechas de la ciudad.
No quedaban más historias que contar, y mucho menos que inventar.
Subió hasta lo más alto del mar y descendió por la mirada de niños los olvidados. Acarició la risa como si fuera un perro abandonado. Hablo de todo porque no sabía nada, y se sentó a buscar las respuestas.
Cosió la vida con cucharadas de fantasía frustrada. Vio pasar tantas nubes que aburrió al cielo.
Durmió durante años.
Pero un día, te encontró.
jueves, 18 de febrero de 2010
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