No quedaban horas. Sólo vida, y azul, y muerte.
Sólo pan en el armario y sueños por las calles estrechas de la ciudad.
No quedaban más historias que contar, y mucho menos que inventar.
Subió hasta lo más alto del mar y descendió por la mirada de niños los olvidados. Acarició la risa como si fuera un perro abandonado. Hablo de todo porque no sabía nada, y se sentó a buscar las respuestas.
Cosió la vida con cucharadas de fantasía frustrada. Vio pasar tantas nubes que aburrió al cielo.
Durmió durante años.
Pero un día, te encontró.
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