Unas temblorosas y arrugadas manos de ochenta y ocho años sujetan torpemente un pequeño álbum de fotos, esta abierto por la primera página y en ella hay un niño en blanco y negro con cara de revoltoso.
Sentado en la orilla de una playa remota, perdida en el tiempo, todo salpicado de arena y agua, sonríe mirándose a si mismo desde un pasado escondido en la memoria.
Una lágrima que brota de un ojo de ochenta y ocho años trae recuerdos de sal a una boca ya seca, recuerdos del mar, de la playa, de la arena que llena un reloj de cristal que se vacía demasiado rápido.
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