Oscuridad. Los muros se alzaban sobre mi cabeza como castillos de piedra enmugrecida. La noche carecía de la compañía de la luna, sin luz sobre su manto. Me acerqué a la entrada: los enormes pasillos se adentraban hacia su interior. Tenebrosos. La hojarasca inundando las paredes.
Me paralicé ante lo que crecía ante mí: un túnel continuo que desaparecía para otorgarte el placer de conocer un lugar diferente. Agaché la cabeza, pensativa, y cerré los puños sintiendo el miedo y temor que corría por mis venas. El frío se estaba apoderando de mí, de mi cuerpo. Lo sentía en mi piel y me paralizaba.
Miré a mi alrededor... estaba sola pero ya estaba en el interior.
Dentro del laberinto.
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