A pesar del tiempo, todavía puedes recrear con nitidez ese instante. Casi puedes volver a sentir entre tus manos el elusivo tacto de su piel y te parece escuchar nuevamente las promesas que ella repetía, antes de que acallaras su voz con un beso. Ese ha sido el recuerdo que te ha permitido soportar las largas horas de soledad compartida que fluyen lentamente, entre las paredes de esta casa de retiro.
Y ese es el recuerdo que ahora te atormenta, que te impide aceptar el final que se acerca a ti cubierto por las sombras que se acumulan frente a tus ojos, que te impulsa a lanzar un último grito de frustración, porque ahora, precisamente ahora, no sabes distinguir si lo que atesoraste a través de los años fue un autentico recuerdo o siempre se trató del difuso recuerdo de un sueño.
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