Sentí el contacto de su pecho femenino en mi rodilla izquierda, más turbación que deseo. Hablaba con alguien, distraída. Intenté separarla pero eso fue lo peor:
-No te me escapes, tío listo –sonrisa joven, fresca-. Estira la pierna otra vez.
-Venga, Laura, que quedan más pacientes y nos faltan camas
–apremiaba el compañero.
Guardé en la memoria la orografía impresa de su cuerpo. No sé si el lunes volveré al gimnasio.
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