lunes, 22 de febrero de 2010
EL SOLDADO PERSA
El estilizado y valiente soldado persa intentó desentumecer sus adormecidos músculos. Movió sus piernas y sus brazos y comprobó cómo crujía su cuello al girarlo a uno y otro lado. Sus largas y copiosas barbas no habían crecido desde entonces, al igual que la cascada de cabello trenzado que le nacía bajo el casco. Sus ropas estaban intactas pese a la dura batalla en la que había logrado hazañas increíbles, y sus regios brazos asían de nuevo el escudo y la lanza. Avanzó paso al frente y observó. Pero no le gustó el mundo que tenía ante sí y volvió a introducirse en el inmortal bajorrelieve que se alzaba portentosamente en la pared del museo parisino.
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