lunes, 8 de febrero de 2010
PERDÓN
El hombre levantó la mirada y al verla sintió pena por su madre. El peso sobre sus hombros era descomunal. Sentía intensas punzadas como agujas penetrantes en su frente, y se cimbró de dolor al primer latigazo. Al final, desde la altura pudo ver la pureza en los ojos hermosos de una mujer que lloraba, le dedicó una sonrisa agradecido. Su vecino de suplicio le pedía que no lo olvidara. Al fin se quedó dormido, después que lo crucificaron.
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