miércoles, 18 de abril de 2012
Hundido
El sofá estaba en el mismo sitio. Y la cara de ella, acusaba mis tonterías.
“Tú crees que tienes que ponerte así por eso, es alucinante; llego con toda la ilusión del mundo, estar tranquila en casa, contigo, y me recibes con esa cara…”, la retahíla de despropósitos es siempre la misma.
“Eres un egoísta; sólo piensas en ti; no entiendo cómo sigo contigo”, se acaba el infinito y sigo escuchando su maldita voz por la oreja izquierda. Me quedo plantado en el sofá. Se levanta y se marcha a dormir. Es la discusión de siempre, pero esta vez el motivo es más importante para mí. No funciona Internet y no puedo enviar este cuento a tiempo al concurso.
Koala
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