miércoles, 18 de abril de 2012
LA CUNETA
Aquella tarde papá, temeroso y entristecido, se acercó a la maldita tumba. Era la misma que en la penumbra de la madrugada, atenazado por el miedo y a lo lejos, había visto cavar.
Envuelto en llanto y presagiando lo peor, con sus manos desnudas y ensangrentadas arañó la tierra. No paró hasta que apareció aquel ser tan querido para él, desgraciadamente perdido a tan temprana edad.
A sus espaldas, sonó un traicionero y certero disparo. Sólo tuvo tiempo para fundirse en un eterno abrazo con su hijo y, de reojo, mientras los dos cuerpos se desplomaban pesadamente al interior de la fosa, ver a aquellos tres hombres uniformados de azul que, entre risas, se alejaban carretera abajo.
ESPIRITU LIBRE.
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