miércoles, 18 de abril de 2012
LA ODISEA
Las luces blancas de la discoteca se encendieron: era hora de cerrar. Los alcaloides hicieron que Ulises se tambaleara levemente con aquel golpe de claridad, debía volver a casa.
Al salir de la discoteca miró a ambos lados de la calle como intentando encontrar algún chófer con un cartel que llevara su nombre, una calesa o cualquier otro transporte, pero nadie esperaba. Cuando llegara a casa, Penélope le iba a matar.
Llevaba apenas diez minutos caminando, aunque a él le parecían años cuando, por entre el viento frío de la madrugada, se fue colando un murmullo. Levantó la vista y vio unas luces, el bar Las Sirenas brillaba a lo lejos y Ulises pensó: “No pasará nada por una cerveza.”
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