martes, 17 de abril de 2012
Quietud
Acampa el sol en el rostro de la mujer cansada del episodio de existir. Poco antes del amanecer, cuando todo significaba nada, un aire ígneo había destruido su esperanza. Luego, cuando los rayos del astro inmutable manosearon su tez apesadumbrada, una imagen de paz interior hizo que retornaran las fuerzas. Sucede que tras la tenebrosidad usual reside el soplo de paz necesario para afrontar el compromiso de la existencia; tras la ruina de la soledad que nos apuñala por la espalda se halla un surco de sabiduría que masculla palabras consoladoras, sinceras, repletas de concordia y resurgimiento. Acampa el sol en el talante de la mujer que cedió su vida a cambio de un minuto más de quietud.
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