jueves, 19 de abril de 2012
Ella y Jimi
Ella no dejaba de hablar. Se tocaba el pelo, se arreglaba las uñas, y no paraba de hablar de su abuela pintora que murió hacía un par de años. ¿Qué más me daba a mí? ¿Para qué tanta charla? Sólo quería follármela, como otros tantos de la universidad. Al menos, eso es lo que decían de ella las malas lenguas. La invité a tomar algo. Pasé a la acción. Ni siquiera me corté, como me había pasado con otras. Pero cuando volví de la cocina con las cervezas en la mano, la vi apoyada en la pared, escuchando con un leve balanceo a Hendrix, y entonces todo cambió. La vi distinta. Sentí miedo.
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