martes, 17 de abril de 2012
Aquella noche
¿El final de la historia? No, el comienzo de la siguiente. A las diez quedamos en el puerto. Lo nuestro estaba clarísimo: ella me quería, yo la quería. Ella abandonaba al marido; yo… la Iglesia. Cambio dispar si luego me dejaba. Pero, bueno, sin riesgos, nada nuevo surgía bajo esa luna. Las once de la noche. El capitán apuró el ingreso. Retiraba ya la pasarela cuando decidí subir. ¡Mala suerte! Ni hambre ni sueño tenía. Quizás sed. En nuestra cabina ahogaba en alcohol las últimas ilusiones. Al quinto trago la vi entrar. ¿Para qué las palabras? Se durmió en mis brazos. Desayuna y vuelve ya, me dije, pero no volvió. Me dormí. En el próximo sueño la redescubrí…
Toribio
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