martes, 8 de marzo de 2011
EL DÍA QUE PERDÍ EL MANDO
Me contrataron como Papá Noel para repartir octavillas frente a la puerta de una tienda de electrodomésticos. Mi mujer pensaba que seguía trabajando en la inmobiliaria, así que ni siquiera me podía quejar cuando regresaba a casa. La casualidad quiso que ella y el niño se acercasen un día al escaparate de la tienda. Recuerdo que me ajusté la barba y crucé los dedos. Fue Luisito quien me pidió una octavilla. Cuando se alejaban, Luisito se giró y me lanzó una sonrisa maliciosa. ¡Él ya sabía que acababa de conseguir el poder sobre el mando de la televisión durante mucho tiempo!
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