Imposible retornar en el tiempo, pensaste, porque después del más profundo rugido, Viky magnetizó tus ojos. Milenios de mujer parpadearon en arcanos ancestrales. Sus garras cautivaron tus manos. Acechanza de leona. Las fauces te golpean con aliento de acero el rostro de estatua yaciente. El monstruo coloca sus cuartos traseros a ahorcajadas sobre tu vencido pecho. Silencio. Zumbidos. Vibraciones del éter. No suelta la presa; suelta ambarinos chisguetes cuyas salpicaduras llegan hasta tu boca. El epílogo del rito rompió el silencio en un trompeteo de irregulares tonos.
“… y esto qué… el triunfo de la hembra, lo que no pudo hacer hace treinta años…”
Pero quedaste mudo, te despedirá con un beso, porque tienes que continuar viajando en el tiempo.
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