Los servicios de emergencia son los segundos en acudir ante la duda planteada de arrojarse al vacío o no; no los necesita; es una amenaza sin porvenir porque si hubiera querido ya estaría tapado con una sábana, despanzurrado en el suelo. Las cámaras de video principian el espectáculo con sus locutores, a ser posible, indagando sobre los motivos inductores del posible suicidio entre vecinos y curiosos ansiosos también por ser protagonistas y disponer de su minutito de gloria aunque sea a costa de un presunto conocido, un pobrecico desgraciado al que ahora engalanan con mil mentiras. El tercer elemento en cuestión, la Policía, cobra papel estelar y certifica la función, ¡circulen, circulen!
La vida restante está solucionada.
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