Ayer escuché la leyenda del niño que vio un gato negro antes de irse a dormir. Cuentan también que el gato de ojos rojos miraba fijamente al niño, perdido y solo ante la oscura noche.
Atisbó un soportal donde se acurrucó y durmió.
Soñó que el cielo se le caía encima, una escalera se balanceaba, el espejo era añicos en el suelo, la pata de conejo era una pata de gallo y su habitación tenía que ser la número trece.
Aún más estremecido se despertó en el instante en que un halcón volaba directo hacia él, que del susto dio un grito y los ojos abrió; y allí seguía el gato, inmóvil, sin parpadear, mirando al niño.
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