miércoles, 11 de abril de 2012
DESDE EL MAS ACÁ
Me despiertan los sollozos lejanos de mi mujer. Tras unos segundos de confusión, abro lentamente los párpados. La oscuridad me rodea. A tientas, estiro primero el brazo derecho, más tarde el izquierdo y levanto una puerta muy pesada. Poco a poco, la claridad se filtra por las rendijas. Me cuesta adaptar mi visión a la luz. Cuando lo consigo, reparo en que llevo puesto mi mejor traje. Al verme, los sollozos de mi esposa se convierten en gritos de pánico.
ROÑAS
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