lunes, 9 de abril de 2012
Las hormigas
Olga había dado la orden de dejar el baño en perfecto estado, aún sabiendo que estaba invadido de hormigas. Los insectos, que eran rojos y gordos, habían traído tierra de vaya a saber donde y habían tapado las cañerías. Asomaba por la boca del desagüe, entre los azulejos blancos, un montículo terroso. Don Aurelio se negó a contratar a un plomero, dijo que había asistido a un curso de fontanería avanzada. El baño se limpió, se fregó y se lustró. Las hormigas desaparecieron por donde habían venido y el ojo supervisor de Olga determinó que había sido una tarea satisfactoria. Don Aurelio sonrió para sí mismo.
Al día siguiente, con la casa inundada hasta los tobillos, llamó a un plomero.
Irma Sara
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