lunes, 16 de abril de 2012
Y por fin la democracia
Aquella noche Jaimito lloró de felicidad. Por fin lo había logrado. Todo su sufrimiento, toda su lucha había recibido la recompensa, la recompensa que toda buena obra se merece. Tras años de represión, de esclavitud, de palabras vacías, de acciones violentas que podrían encoger el corazón hasta al tipo más duro, por fin llegó el momento histórico perfecto, en el que cada ser humano tenía la oportunidad de ser feliz. Un momento utópico, donde apenas ya debía mejorar nada, salvo ciertos matices que las circunstancias provocaran. Aquella noche a Jaimito le dieron, por fin, la libertad… libertad de escoger en qué cárcel acostarse.
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