lunes, 9 de abril de 2012
Aprovechar, aprovechar, aprovechar
Yo tenía una cualidad, una enfermedad, un problema, o llámenlo como quieran. La cuestión era que no podía desaprovechar nada, si lo hacía o veía hacerlo era pasto de una ansiedad descontrolada. Ni siquiera podía observar cómo el agua de la lluvia se iba por el alcantarillado sin aprovecharlo, y hasta tuve una época donde trituraba los huesos de la carne para poder comérmelos y así no desaprovecharlos. Por suerte, el psicólogo me regaló un perro.
Hace un momento he leído que había un concurso donde se disponía de ciento veinte palabras para relatar libremente, ¡pues no he dudado un instante en aprovecharlas!
Ya sólo me quedan trece palabras, así que tendré que consumirlas como pueda. Tres, dos, una… ¡conseguido!
Carlos de Segovia
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