jueves, 12 de abril de 2012
Defensa propia
En toda su infancia no fue miedica, nunca hubo tema, grande o pequeño, real o imaginado que le asustara. Excepto, claro está, los payasos.
Al principio decía que era puro asco, únicamente eso, que le parecían ridículos con su sonrisota grande y tonta y sus bromas no creíbles.
Su novia le sorprendió, con veinticinco años, temblando de miedo ante la carpa de un circo. Un charquito de orín bajo los pantalones.
Su madre gritó entre lloros que era inocente, «defensa propia», cuando detuvieron al asesino de payasos. Su niño siempre mantuvo la inocencia de la niñez, la candidez de la cuna.
Siete víctimas de nariz roja.
Blanca Celeste
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario