martes, 3 de abril de 2012
Desangrado en el campo de batalla
Yacía mi reino entre los pliegues de las nubes al amanecer, mi cuerpo inmóvil en los valles de la gran batalla exhalaba su ultimo suspiro, a lo lejos en el fangoso camino un océano de sonrisas radiantes festejaban mi llegada.
El abismo parecía cerrarse quedaba en sus constelaciones oscuras.
Las sombras luminosas y haladas flotaban sobre mi pecho herido, pero en la espuma de mi mente una carroza dorada se habría espacios, para dejar caer como fina lluvia tu hermosa mirada.
Y allí, solo, en los espacios de la nada se oía pronunciar mi nombre, mientras perdido en la hierba ensangrentada luchaba por llenar mi alma eternamente…. de tus ojos de mujer enamorada.
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