martes, 3 de abril de 2012
El hombre de ocho años
Maldito el destino en jugarle tal broma, triste la vida a tornarse tan lenta. Se acerca su cumpleaños después de tanto tiempo. Al fin año bisiesto, al fin un 29 de febrero. Sus piernas cortas se encaramarán a la silla para soplar las ocho velitas y abrirá regalos hasta que sea entrada la noche. Pero de todas formas siente pena por sus padres, viejos y cansados, para los cuales los años pasan normales; y por sus hermanos menores, que sin embargo son más grandes. No por nada sueña con un andén y un tren que se aleja, dejándolo olvidado. No por nada maldice al destino, encerrado en un cuerpo que no comprende.
Anderson
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