martes, 3 de abril de 2012
El beso
A veces resulta absurdo lo que nos cuenta el silencio; mas nada hay tan cierto como lo que no se dice con palabras.
Fue esa obstinación en no hablar, lo que me hizo comprender por lo que estaba pasando Enrique.
¿Cuándo ocurrió? No lo se, pero se había enamorado locamente de mí, olvidando su amistad con mi marido.
Una tarde, abordé el problema. Primero lo negó; luego, me miró con tristeza afirmando que no lo podía evitar.
En aquel momento, lo comprendí. Iba a decir algo y mi mirada se enredó en la suya.
Unos labios ardientes sellaron mi boca y unos brazos me rodearon con fuerza arrastrándome a una nube donde vivo desde hace más de diez años.
FIN
Ana Catalina
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