martes, 3 de abril de 2012
El perro del hortelano
Estaba seguro de que lo había enterrado ahí, pero en lugar del hueso encontró una pequeña saca llena de monedas de oro. La cogió, y la depositó a los pies de su amo. El hortelano le compró, como premio, el mejor hueso de ternera que haya visto nunca un perro; y, para compartir su dicha, invitó a comer a toda la comarca. El perro, ya saciado, enterró lo que quedaba de hueso, y se tumbó a observar como por la vereda, junto a la huerta, pasaba un rebaño de refranes.
Carlos Añejo
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