lunes, 9 de abril de 2012
Feliz
Un ruido fuerte, sordo. La puerta de aquella vieja casa se cerró bruscamente. Unos pasos firmes pero temblorosos, unos pasos conscientes de lo que iba a suceder: su propia muerte. Un fuerte suspiro. Más pasos.
Era una noche donde reinaba la más profunda calma. Únicamente se oía el goteo intermitente de un grifo mal cerrado o estropeado.
Aquellos pasos se detuvieron. Se hizo un profundo y sonoro silencio. Un disparo, segundos después, el segundo. Una carcajada diabólica. No hubo más. Sólo el silencio… y la muerte. Mi muerte.
Ahora que estoy muerto puedo contar lo sucedido. Ahora que estoy muerto estoy más lleno de vida.
¿Qué importa morir si se puede vivir eternamente?
Animalange 2.0
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