martes, 3 de abril de 2012
La locura es un cierto placer que solo un loco conoce
Almudena se las amañaba en el Centro para decorar los grisáceos tabiques de la habitación 24. Trazaba hileras de árboles ornamentando sus caóticas ramas con escamarujos color escarlata. En este escenario estiraba sus brazos y giraba su cuerpo. Dos giros perfectos, saltito, y después un grand-plié.
Los atracones de antipsicóticos alentaron el fin de sus días en el manicomio. Su habitación seguía gris. Almudena ya estaba preparada para volver a su rutina.
Todos estaban muy optimistas con su salida del psiquiátrico. Sobretodo ella, que estaba loca por liberarse de esas paredes cenizas y poder ocultarse en la frondosidad de un bosque para danzar como una ninfa, estirar sus brazos y finalizar sus coreografías con un grand-plié.
Vida perruna
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