jueves, 12 de abril de 2012
Atardecer en la costa cálida
El sol se había escondido tras las cumbres de las montañas cercanas a espaldas de la costa y sólo quedaban ya unos pocos reflejos anaranjados en el agua que se iban alejando de la orilla perseguidos por las gigantescas sombras de las moles rocosas.
El azul brillante y nítido del cielo perdía intensidad gradualmente oscureciéndose al este, alcanzando sin prisa esos cinco minutos mágicos en los que se funde en el horizonte con el color del mar, sin quedar claro dónde acaba uno y donde empieza el otro. Cuando los espíritus se suspenden en un halo de misteriosa ingravidez y el ánimo queda sobrecogido e impresionado por ese milagro diario del atardecer en el Mediterráneo, tristemente ignorado por cotidiano.
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