Solo, sobre el dibujo que las olas formaban para él, navegaba a la deriva. Las nubes lo acompañaban desde las alturas, formando caprichosos mares embravecidos de color lavanda.
El espejo del océano acunaba su sombra. Todo era perfecto, tan perfecto que dolía la seguridad de que la calma se quebraría.
Aún así, dando por tierra con todos los augurios, siguió desplegando sus deshilachadas velas en un infinito presente pretendiendo ignorar el naufragio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario