La eficiente brújula que en un pasado momento marcaba claramente mi cordura perdió su capacidad de orientación, por lo que ya no me sirve tal funcionamiento. El magnetismo repeledor provocado por miles y miles de acontecimientos de una vida pasada se interponen hoy día en la terapia reponedora de mis patológicos sentidos.
Mi lucidez, ese juguete en desuso, ya no se puede considerar más que el reflejo de un entramado maloliente que me impide el retroceso al semblante gallardo que gastaba antes de que las garras del insulso destino hiciesen chorrear, como si de un grifo abierto se tratase, mi patética demencia de hombre enamorado.
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