viernes, 5 de marzo de 2010
La sombra
Sentado es menos arriesgado. Empecé a fumar contra mi voluntad. A devorar revistas hetero, cuando todos saben que soy gay. A comprarme tejanos de talle bajo y deportivas; atuendos que odio, porque yo vestía de Dolce&Gabbana. Lo peor fue lo del perfume; cambié mi Le Male de Gaultier por un Armani horroroso. Entonces, mientras contemplaba el frasco aromático, sentí sobre mí esos ojos. Su arma amenazó con robarme la existencia. Y me eché al suelo para esconderme como pude de su mirada. Salí de mi casa arrastras. Me cobijé en este parque. Pero él sigue escribiendo. Nadie cree ya quién soy. Él tiene el bolígrafo. Nunca debería haberme acostado con un escritor; en eso llevaba razón mi madre.
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