viernes, 26 de marzo de 2010
Solo el viento
Solo el viento recorre las calles empedradas. Ni un suspiro, ni un “te quiero”, ni una riña, ni el llanto de un solo niño. Solo el viento. Bajo un árbol centenario, al lado de la iglesia observo el horizonte, manchado del rojo del atardecer. A lo lejos, un gallo canta. Un gallo de una aldea lejana, de un pueblo lejano, donde aún habrá alguien. Alguien. Alguien es la personificación de nadie. Porque aquí no hay nadie. Nadie canta, ni llora, ni ríe, ni gime. Las hojas cubren, como todos los otoños, las calles de la aldea, pero nadie las pisa. Solo el viento las mueve. Tengo que escuchar a alguien. Por eso grito y, por un instante, escucho mi eco.
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