Lo peor de expresar ideas es que no exista nadie para escucharlas. El silencio duele. La soledad duele. Hoy Robinson, como es común, se levantó bien temprano. Escribió un poema de amor sobre los labios de una mujer desconocida. Cobijó en sus brazos la cruda botellita de barro y la dejó caer entre las olas...
Con el ocaso, cuando el sol rojizo comenzó a besar los cocoteros del oeste, el mar le trajo una sorpresa: - Querido Robinson, no estás solo, los verdaderos naufragios ocurren en tierra firme, cuando abandonamos la vida y construimos de nuestros sentimientos una isla, hasta quedar solos en medio de una multitud.
Entonces dio brincos de felicidad y la mujer nunca más fue desconocida
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