Le pidió treinta euros por leerle la mano, pero luego no se los cobró; porque vio, en el monte de Saturno, su honestidad, que tenía un trabajo digno y que esperaba ansioso cruzarse con la mujer de su vida; porque leyó, en la línea de la cabeza, que deseaba tener hijos; porque también leyó, en el monte de Venus, que viviría mucho y que sería fiel, porque amaría a su esposa y que sería capaz de dar su vida por ella.
Por último, comenzó a leer la línea del destino, y observó cómo ésta se unía a la suya propia dándose cuenta de que lo que había leído en su propia mano hace años, ocurría en ese momento.
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