Balanceándose en el puente del olvido una vieja niña jugaba a recordarnos, parecía muerta con su careta de plata. De sus bolsillos extrajo dientes de miel que oxidaron el cielo. Cuando las cadenas del columpio se rompieron y divisó el vértigo del precipicio que la esperaba, dejó tras de sí la estela de un brillo púrpura que no llegó a caer.
Su grito
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