Y aquí estamos, metidos en este congelador, escuchando como el viento arrecia en el exterior. El silencio envuelve la pequeña estancia. Por sus miradas soy capaz de adivinar qué piensa cada uno. El más pequeño de mis hijos, Juan, anhela regresar a San Javier con su padre. El mayor, Luís, especula sobre como lograr que un balón de fútbol ruede ahí fuera. La preocupación de mi hija Natalia es que aquí no podrá lucir ni sus tacones ni sus minifaldas. Mi madre observa patidifusa el techo esférico de nuestra nueva casa y el perro, el perro me mira pensando:
- ¡Con todos los hombres que hay en el mundo y te has ido a casar con un esquimal!
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