miércoles, 20 de abril de 2011
Sobrevida
La sobrevida cabe en cualquier folio, estoy acostumbrado a dejarla encima de las mesas —generalmente de cuatro patas— o en bolsas negras de basura donde se asfixia un rato y sobrevive por los poros menudos del plástico y mi incapacidad para hacer nudos. Es un restaurante itinerante, se clava en la madera, viaja en los bichos. En las mesas se regodea entre artefactos electrónicos y los desordenes de la gastronomía tropical, su curiosidad navega hacia los pasos peatonales, quiebra floreros, colecciona teselas. No he podido resolver la ecuación, la sobrevida continuará resistiendo mis asaltos perpetuos y arrojando imanes, aún cuando yo no esté.
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